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La "Señorificación" de las redes sociales

Introducción Aunque mi edad comienza a ser un factor que influye en mi forma de usar el internet y las redes sociales, aún me jacto de ser un adulto más o menos conectado con las tendencias en internet hasta el momento. Si no en su contenido completo (lo admito, he tenido que googlear varios memes para tener contexto del chiste que propagan) al menos sí en su existencia y puedo decir que las he usado al menos superficialmente todas.  Un factor que desde hace años me ha fascinado de las redes sociales es la asimilación de las mismas por los adultos menos duchos en los temas sociales y tecnológicos. Y es que, algo que siempre ha sido cierto es que los primeros en abrazar, probar, moldear e incluso intentar reventar las redes sociales han sido y serán los jóvenes, que abrazan lo nuevo siempre con optimismo y jovialidad (aunque a veces también con descuido y demasiada inocencia). Lo que me parece más interesante de la llegada de los adultos a las redes sociales, es la "vilificación&qu
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Cómplice

Nos saludamos al vernos y te estrecho entre mis brazos tan fuerte como puedo, con la absurda ilusión de quedarme el calor de tu seno en la piel, de robar el aroma de tu cabello y guardarlo en mi pecho. Extiendo este breve pero delicioso momento tanto como mi aguda paranoia me permite y los modales me dictan. Nuestras bocas se cruzan, en un saludo, con una distracción calculada y criminal mientras ambos contenemos el ansia animal de deslizar ese beso de bienvenida tan sólo unos centímetros más a la derecha bajo el temor de iniciar un escándalo. Las comisuras de nuestras bocas se encuentran y ambos robamos un atisbo de los secos pero dulces labios del otro. Esos labios que extrañamos, que deseamos, que nos son prohibidos pero con los que nos encanta jugar este juego tan peligroso pero tan satisfactorio. Pasas por el arco de la puerta y te adelantas a mí mientras saludo al resto de la tropa que hoy podría fusilarme en medio del paredón que forman estas ideas locas dentro de este escenario

Soledad (1)

<< ¿Será que me estoy haciendo viejo? >>.  Mientras esta perturbadora idea cruzaba por la mente de Carlos, éste logró bajar por fin sus adoloridos pies de la cama sólo para encontrarse con el helado piso de concreto pulido que, con su gélido toque matutino, lo terminaba de recibir este día.  Se incorporó con dificultad y comenzó con los habituales estiramientos matutinos. Al instante notó que las molestias de la cintura seguían ahí, y que no se irían por un buen tiempo. Al comenzar a caminar, el viejo esguince de la rodilla derecha lo frenó en seco, pero decidió ignorarlo y sólo cojear por el momento. Su garganta se sentía bastante seca y los labios, partidos por el frío cortante de la noche, le imploraron un sorbo de agua, por lo que se dirigió a la cocina para tomar algo fresco.  El viejo dolor del hombro izquierdo se había agudizado bastante y la pesadez del andar que intentaba llevarlo hasta su destino hacía notoria la falta de un descanso adecuado. Paso tras paso, se p

Mi refugio

Me levanto por la mañana, aún tambaleante y añorando el dulce abrazo de Morfeo solo para ser recibido por los estridentes gritos del reportero en el radio que anuncia el recuento de muertes de la noche anterior. Dejo escapar un gruñido para recibir el nuevo día y comienzo el ritual de cada jornada, sé que estará ahí. Sé que será otro de esos extraños días que no puedo explicar, y cuyo impacto desconcertante, impide la conciliación de mi razón y mis emociones. Acudo a la escuela reanudando mecánicamente la rutina que tan bien he aprendido. Me muevo silente y desgarbado entre saludos, deberes y falsas sonrisas, aguardando con un ansia muda su arribo. El sordo dolor cesa, pues llego a casa, al fin. Su presencia me cambia, transforma mi ánimo y me llena de algarabía. Ante ella, junto a ella, soy diferente, no debido a absurdas zalamerías ni vanas lisonjas. En verdad me siento más vivo, más tranquilo, más humano cuando estoy a su lado. Aún cuando nuestras historias ex

Vestido

Escrito originalmente en 2017 Me preguntaste el otro día de qué color sería el vestido que me gustaría verte usar. Retomando el tema de tu desnudez y tu delantal... El otro día hablábamos sobre tu ropa, específicamente lo preciosa que lucirías con un vestido y cómo lo usarías para mí. El dilema aquí es que, con sólo sembrar esa tenue idea en mi mente, pones en marcha la maquinaria de la perversión que es mi imaginación. Engranes y bandas se mueven y tejen redes de oscuras ideas y sucias intensiones para formar la telaraña que es la fantasía de la que eres protagonista. Pero vamos, no es eso lo que estamos discutiendo. La cuestión es puntual y resumiré mis torcidas ideas para tratar de darte una respuesta puntual. Si fuera yo el afortunado que tuviera a su cargo la deliciosa tarea de escoger tu guardarropa, no podría resistirme a convertirte en una princesa, una lolita, una muñequita, una criatura que causara conflicto en mi ser con el choque de emociones, en el huracán de deseos

Tus piernas

Sé que te lo digo a cada oportunidad y no me arrepiento de mi repetitividad.  Esas largas, curvilíneas y tonificadas piernas son mi deleite. Aquellas son los imponentes pilares de marfil que flanquean las rutas del placer carnal y miserable que eleva mi espíritu, pues al norte de los minantares está el templo de Venus donde labios trémulos depositan tributos de rojos y húmedos besos y al sur se alza, entre los montes nevados y tersos, el altar de Sodoma, ante el cual arrodillo mi voluntad y en donde sepulto mi furia. Tus piernas son las torres de las mil formas y de los mil escenarios: se envuelven alrededor de mi cintura como un candado que me encierra en tu intimidad para ser consumido por ella; reposan en mis hombros para darme apoyo al embestir las entradas de tus ciudades capitales mientras asalto la pequeña cúpula al norte de las puertas, de donde escapan tus gemidos; caen a mis costados dándome la bienvenida a tu cuerpo, ya sea para atacarlo con abandono o para entonar suaves

A ti, episodio 2

Por razones que la ciencia, la religión y Jaime Maussán fallarán para explicar, decidiste ser mi amiga y acercarte a mí para hacerme compañía durante mis estudios sin salir huyendo a la primera oportunidad. Lo que al principio creí que sería el efecto de alguna poderosa droga que habías consumido, pronto se volvió mi realidad cotidiana. Ahí estabas: sonriente y conversando con mi estupefacta persona. Y, a pesar de lo que mis cansados globos oculares me contaban, aún me resistía a creer que aquello estaba relacionado directamente conmigo, pero en el fondo disfrutaba igualmente de tu compañía. Llegabas a la escuela con tu pequeña y vivaz humanidad y, entonces, lo que había iniciado como el simple "pasar el rato" entre nosotros, pronto se convirtió en la promesa segura de verte cruzando aquellos grises pasillos con tu paso aniñado, to sonrisa pícara y amigable y esos ojos soñadores y melancólicos que tan bien enmarcaban tus lentes de abuelita. Ibas y venías curioseando sa