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Mostrando entradas de enero, 2009

Cómo sobrevivir a la sociedad... o que la sociedad nos sobreviva

Cuando era niño, pensaba que al crecer todo sería distinto. Pensaba que la gente a mi alrededor y la sociedad, en general, dejarían de calificarme, de clasificarme y que al fin tendría algún valor por lo que era y me hacía humano, y no por cómo era y las diferencias que tenía con los otros. Parece que vi demasiadas películas infantiles. Al ser universitario, una persona medianamente "preparada" (sé que las faltas de ortografía aquí parecerían desmentirme), de mentalidad libre y con una cultura apenas por encima del promedio, uno pensaría que varias puertas se abrirían y que los años de esfuerzo redituarían, al menos para vivir de una manera digna con una familia pequeña, sin preocuparse por el futuro. Pero la realidad es muy distinta. Esta sociedad está constituida por ganado de maquila, y créanme cuando digo que no pretendo hacer clasificaciones elitistas ni discriminar a quienes están en mi entorno diario, pero es sólo la realidad. Al mirar a la sociedad, desde el pequeño p

!Sé mejor¡... así te explotarán más

Ser mejor que los demás, esforzarse al máximo y superarse a cada paso. Esos son los valores que nos han adiestrado a seguir desde nuestra insulsas infancias. Tanto nuestras familias, como “ El Sistema ” (la conjunción de medios de comunicación y poderes estatales), se han afanado en dejar los principios del trabajo duro y la humildad grabados con fuego en nuestras mentes. Desde pequeños recibimos los mensajes de lo dignificante que es trabajar duro, de lo gratificante que resulta sacrificarnos para ser mejores y de lo noble que resulta priorizar nuestras obligaciones sobre nuestros placeres. Pero todo esto en realidad es un engaño que “El Sistema” se esfuerza en hacernos creer. Nosotros vivimos secuestrados dentro de un sistema religioso-capitalista, donde el bien más preciado, es el sacrificio humano. Conforme renunciamos a nuestra humanidad y aceptamos el yugo de este sistema, nos convertimos en “miembros productivos” de la sociedad. El mayor triunfo de este sistema enfermo es el con

El Dilema de Existir

Alguna vez escuché de un amigo, Licenciado en Filosofía, que existimos en la medida en que somos percibidos. Que es a través de la presencia que nosotros tenemos en las mentes de otra gente, que de verdad tenemos un impacto palpable sobre el mundo de ideas que nos rodea. En la medida que esto es verdadero o no, nuestra permanencia y remanencia en el mundo que nos rodea está dictada por aquellos con quienes tenemos contacto, aquellos a quienes influenciamos, con quienes convivimos, con quienes peleamos y a quienes amamos. No planeo ponerme filosófico, ésa no es mi área y me desenvuelvo torpemente en ella, debido a mi ignorancia y dificultad de argumentación. Pero una pregunta surge cuando pienso en todo esto: ¿Qué pasa con quienes decidimos alejarnos de todo? Si nosotros, los rechazados y humillados, nos auto-exiliamos del mundo que nos parió y luego nos atacó, entonces ¿decidimos dejar de existir voluntariamente? Eso suena como a alguna clase de “suicidio existencial” por no encontrar

Fiestas

Sobre las Fiestas Escribo esto a mediados del mes de diciembre, y no puedo menos que sentirme nostálgico. Navidad fue siempre una fecha que esperé ansioso cuando era niño. Como en cualquier niño, la ilusión de los juguetes, fueran o no los que esperaba, era lo que revestía estas fechas de un aura mágica y tibia. Pero había algo más, algo que tal vez tú puedas comprender al leerme. Ahora, en el medio de esta soledad y el frío aire invernal que recorre mi cuarto al escribir esto, me doy cuenta de que era el calor humano. Mi familia solía reunirse y convivir en el medio de una fiesta que parecía llenar el ambiente de esa energía que las películas navideñas de los gringos intentan retratar de una forma burda e inconsistente. Ahora que he madurado un poco, me doy cuenta de que muchas de las sonrisas que se proferían en estas reuniones, estaban vacías, y que muchos abrazos que se dieron, fueron pagados posteriormente con traiciones y desdén, pero durante estas fechas el ánimo se forzaba hac