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La vida de soltero

Hoy ya son casi tres meses desde que decidí emprender esta nueva aventura, llamada "vida de soltero", que en inglés es conocida como "bachelor".  Ahora sé que se hacen más o menos las mismas cosas pero ya no te da vergüenza hacerlas en calzones con una erección. La vida se vuelve más relajada a pesar de las nuevas responsabilidades y mi única preocupación seria por el momento es dejarle un cadáver hermoso a mi casero cuando por fin muera la muerte más noble: una patada de Chuck Norris en mi alma.

Al principio las cosas siempre se ven con una luz distinta. En mi caso era algo, si no de temor, al menos de incertidumbre sobre qué esperar. Aún cuando ya me he hecho cargo de mí en varias ocasiones, siempre es distinta la eventualidad de la perpetuidad. ¿Podría hacerme cargo de mí mismo por tiempo indeterminado? ¿Me rompería emocionalmente en algún instante? ¿Podría batir mi récord personal de días sin bañarme ahora que mi madre no se quejaría de la presencia de moscas en la casa?

Importantes cuestiones y tendría que resolverlas todas con el tiempo.

Una vez que se acercó la fecha de la mudanza, comencé a empacar tan ajustada y herméticamente mis cosas como me fue posible. Al realizar labores de este tipo, siempre se comienza por lo más importante. Una vez que mi colección de tazos estuvo a salvo en una caja, arrojé todas mis demás pertenencias en un costal de azúcar. Es hasta que uno comienza a mover sus menesteres personales para ordenarlos en otra casa, que se da cuenta de la cantidad de basura que tiene.

Después de organizar mis posesiones mundanas y de que mi madre me despidiera de casa, pasé a la etapa del traslado de bienes materiales.

Al llegar a mi nuevo hogar, Adriel, mi mejor amigo y, ahora, casero me condujo hasta el que sería mi cuarto e inmediatamente comencé a hacer cálculos de espacio: ¿Cabrá mi escritorio aquí? ¿Cuanto espacio me quedará para moverme y guardar mis cosas? ¿Cuantas suripantas podré meter de golpe? ¿Me conviene rentarlas por combo o de una en una? Y si contratara enanitas, ¿eso sería más eficiente en cuanto a chichis por metro cúbico?

Mi amable casero me mostró la cama con la que me quedaría (si intentaba hacer alguna insinuación lo bloquee mentalmente) y me enteré de que era una cama "Queen Size". Al ver el tamaño de aquel nido de amor no pude evitar imaginarme todas las posibilidades para aprovechar el espacio: Inmediatamente me imaginé a mí sólo, desnudo y rodando en la cama de un lado a otro mientras gritaba "wiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii". Esa era la vida de adulto maduro que siempre me había imaginado.

La comida fue uno de los primeros problemas que tuve que resolver ¿Qué come la gente soltera? Por lo que había visto preparar a Adriel, supuse que sería alguna pasta de ricos intestinos de caballo, con guarnición de esponja de colchón usado, traída de los mejores institutos mentales y todo acompañado con un vaso de refrescante y vitaminada agua de la llave. Tras inquerir a mi hospedario sobre tales manjares, me recordó que él recurre a esos platos sólo debido a su estricta dieta budista basada en el precepto oriental de "lo que no nos mata, nos llena de parásitos más fuertes".

Al principio, una de las cosas que más me preocupaban era el poder levantarme temprano. Temía aferrarme con demasiada fuerza a los brazos de Morfeo (tómame ahora Lawrence Fishburne *¬*)  y no poder asistir a esas importantísimas juntas matutinas con mi asesor de tesis, a las que nunca llega él. En realidad no me gustaría verme privado del enorme placer de esperarlo casi una hora en su oficina mientras doy vueltas en las sillas cantando "soy un cacahuate". Sin embargo, con el tiempo descubrí que incluso el uso de un despertador es totalmente innecesario en este revolucionario hogar del futuro, pues Adriel, mi casero, es tan considerado que se toma la molestia de despertarme por las mañanas con el  vigoroso rugido que hace para expulsar las flemas acumuladas durante la noche.

Tras una alegre sinfonía de gruñidos, carraspeos, gritos y saboreos, Morfeo me patea fuera de su reino y me amenaza para que no vuelva. Las primeras mañanas que pasé en este humilde hogar y me despertó tal orquesta de funciones corporales, no estaba seguro si se trataba de Adriel o si un rinoceronte estaba teniendo un orgasmo en la sala. Si era Adriel, no quería interrumpirlo en su rutina matutina para descongestionar sus vías respiratorias. Si era el rinoceronte, no deseaba evitar que se siguiera apareando con los sillones. Así que en ambos casos me abstenía de salir de mi cuarto.

Y hablando de música ambiental, uno de los lujos gratuitos que siempre me alegran el día, siempre será escuchar a Adriel cantar. La forma como interpreta música en inglés o español, con la misma gracia y afinación, es arrobadora para su servidor. Siempre quise saber cual era el sonido que hacía un halcón al despellejarlo vivo y ahora sé que puedo morir tranquilo. 

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Puedo decirte primero, extrañaba leer algo en este blog, y ademas, no jodas que ondas con tu compañero??? Asi te despierta??

Seria muy presuntuoso de mi parte pedir sigas escribiendo???

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