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Dudas y Decisiones

Había pasado, ya, un día desde aquel beso y mi vida se vio convertida en un maelstrom de decisiones que no contemplaba desde la adolescencia y de preguntas que no me hacía desde que aquel pollo murió en mis brazos POR RAZONES TOTALMENTE NO SEXUALES.

Te vería. Aquella era mi única motivación a ir a la escuela.

Por la mañana, mientras me miraba al espejo del baño, oscuras sombras bajo los ojos y un intenso dolor en la muñeca y el brazo, me recordaban que no dormí aquella noche, pensando en ti.

Terminado el arduo ritual del baño, me rocié de colonia, perfume, desodorante, acondicionador, insecticida, todo lo que estuviera a la mano. Tenía tantos químicos encima, que si alguien hubiera fumado cerca de mí, habría explotado. Entonces, mientras me ponía la segunda capa de barniz encima, el pánico me atacó… ¿Sería demasiado? No podía saberlo con certeza, pues, como sabes, carezco de olfato. Sólo sabía que llevaba perfume encima porque escuchaba a mi vecino a través del muro preguntando de dónde chingados viene ese olor. La colonia del Tío Chano siempre funciona.

Me arrepentí de mis excesos químicos y me bañé de nuevo. Me hubiera gustado ducharme, pero para ello necesitaría haber hecho hoyos en el fondo de la lata de chiles “Herdez” con la que me arrojaba agua desde una cubeta de pintura. No era elegante, pero al menos era ecológico… excepto por todos los químicos perfumiles que, en ese momento, arrojaba al drenaje. Por un momento me pareció escuchar las ratas en la alcantarilla, mientras se asfixiaban y morían.

Sólo rogaba no molestar a la cosa que vivía en mi drenaje y que parecía alimentarse de la pelusa que se acumulaba ahí. Me gusta pensar que era una fuerza positiva de la naturaleza, como los unicornios, sólo que éste vivía en mi drenaje y comía cabello humano.

Me apuré a bañarme de nuevo para seguir con las decisiones. ¿Qué ponerme? Revisé exhaustivamente todas las posibles combinaciones de atuendos para usar. Las estudié meticulosamente en mi cabeza, antes de darme cuenta de que sólo tenía dos pantalones y una playera. "¿Con qué se verá mejor la playera verde? ¿Con el pantalón de mezclilla negro? ¿O con el otro pantalón de mezclilla negro que es igual?"

No soporté la tensión y escogí al azar. Entonces me dí cuenta de que la suerte es una puta, porque tomé los dos pantalones. Por fin, me vestí y me vi al espejo. "¿Una playera verde estará bien para expresar mi felicidad? Si fuera un duende o una sandía no habría problema, pero ¿El verde combina con un geek enamorado?" "¡Al diablo! Es esto o salir sin camisa"… Sólo que la última vez que hice eso, los vecinos llamaron a la policía y una señora aseguraba que cuando pasé frente a su casa, sus flores se marchitaron y sus conejos dejaron de aparearse.

Busqué un par de calcetines, no cualesquiera, unos de los "buenos". Ahora que lo pienso no sé por qué. Si antes no acostumbraba quitarme los zapatos en clase, a tu lado menos lo hubiera hecho. Como fuese, todos los pares estaban rotos. Ya no sabía si eran calcetines o calentadores. Me puse unos donde apenas salía el dedo gordo del pie. Si había necesidad de explicar algo, diría que era para conseguir mayor tracción al caminar.

Puse talco a los zapatos que bolee durante horas con la mejor tinta negra que conseguí, para recordar luego que eran cafés. Puse talco durante casi un minuto antes de percatarme que no era el talco sino la lata de Ajax para limpiar el excusado. Puse talco "real" y no esas sucias imitaciones jabonosas durante otro minuto. Tal vez era demasiado. Metí los pies en los zapatos y una nube de polvo blanco se alzó hasta mis rodillas. El pantalón se llenaba de polvo blanco. No podía salir así. Parecía que bailé zapateado sobre un costal de harina o que maté un panadero a pisotones.

Me cambié y esta vez medí mi colosal fuerza al ponerme los zapatos.

Abordé el camión con rumbo a la escuela, y la gente no apartaba la vista de mí. Nunca supe si era porque iba muy bien vestido, por el fino perfume que usé, o porque repito tu nombre en un tono sexual mientras babeba.

Esperé paciente en la escuela, y te ví llegar… aunque no me percaté de tu llegada como un todo. Debía revisar mis prioridades:

  • Bubis: Vinieron.
  • Nalgas: Vinieron.

Genial. No dejaste nada en casa. Eso significaba que eran tuyas o que al menos venían cosidas a la ropa.

Tras el mal ensayado saludo inicial, hablamos durante 30 minutos. A muchos les parecería aburrido, pero a mí no, porque yo tenía un plan maestro. 15 años de escuchar mujeres sin tocarlas, me habían dado una variedad de habilidades sobrenaturales que… en realidad nadie medianamente heterosexual y con un pene, querría, pero debía aprovechar lo que tenía.

Llevabas una blusa azul con un logo. Nunca supe si era de un equipo de futbol o de una marca de condones. El logo se deformaba de una forma tan sublime bajo las suaves curvas de tu ser, que bien podría haber sido la cara del Papa e igualmente todos se excitarían al ver el bonito marco montañoso natural que lo envolvía.

Hablabas y ocasionalmente volteabas a ver a otras personas o bajabas la mirada. Esos momentos eran cuando aprovechaba para usar mis repugnantes habilidades. Se necesita una precisa coordinación ojos-chichis para poder ejecutar aquel acto de heroísmo canalla. Me preguntabas acerca de la amistad y yo ponía mi boca en piloto-automático. Por lo general trabaja bien sin supervisión.

Estoy seguro de dije algo sobre el apoyo, el respeto y la confianza mientras notaba que tu brassiere se marcaba y guardé esa imagen para las muchas noches sin ti que vendrían.

Al mismo tiempo, yo me hacía preguntas bastante profundas y desconcertantes sobre las dos grandes pruebas de tu feminidad que me desafiaban a mí y a las leyes de la gravitación universal desde el 1.40m que las separaba del suelo. ¿Proyectarán sombra? ¿Cómo se verán en traje de baño? ¿Y corriendo por la playa… en cámara lenta? ¿Peleando contra otro par… en aceite? ¿Les habrás puesto nombres? Yo personalmente las bauticé como Lupita y Panchita.

Recuerdo que te detuviste y me dijiste algo sobre la confianza. Te respondí que “un gran ejemplo de confianza es ese” y apunté aleatoriamente en cualquier dirección opuesta a ti. Te diste vuelta. ¡Qué retaguardia!

Eso era un 2 en mi escala del 0 al 2 en evaluación de mujeres. Además, respirabas y estabas lúcida (más o menos), lo que te daba otros dos puntos, que no son necesarios pero siempre son bien recibidos en mi escala. Así evito lidiar con cuestiones morales como la dignidad de los locos y la profanación sexual de tumbas.

Muchas más preguntas me acosaban cuando estábamos juntos "¿Te estoy acariciando de más? ¿De menos? ¿De verdad deseas que te toque? ¿Es normal que me salgan ronchas “ahí”? ¿Sería normal lo de las ronchas si me lamió ACCIDENTALMENTE un perro?" Tantas preguntas y tan poco tiempo.

La frustración opaca mi mente y entorpece mis decisiones. Estaba sumido en una especie de languidez post-masturbación. Era una rara afección que no sólo me afectaba a mí, sino a todas las cáscaras de plátano de mi casa y ocasionalmente a un bistek o un calcetín… ya recordé por qué están rotos.

Apoyaste tu cabeza sobre mi hombro y sufrí una erección repentina que casi hace que me desmaye. Nota para mí: “dejar el suspensorio en casa”.

Entre los pocos aromas que estoy privilegiado para percibir, están el olor de tu cabello y la mayonesa. Pero tú le ganas a la mayonesa sin discusiones. Me entretenía inventando escenarios imposibles sólo para justificar besarte. Me imaginaba que repentinamente te asfixiabas y, en un ambiente de romántica sofocación, era mi trabajo resucitarte. Aunque con esos labios y ese busto, seguro más de uno intentaría devolverte la vida con RCP (Rapidín Cochino Puerco): hombres, niños, ancianos… otras chavas… ¡AH, el puto suspensorio!

Me recobré del desmayo y te acompañé a tomar el camión. Te despedí y me deleité viéndote cruzar la avenida. Miraba cómo se balanceaban rítmica mente tus caderas y decidí ponerle nombre a esos montículos de suave y mordible carne: Úrsula y Cleodomira.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
mmmmmmmmmmmmmmmmmm simple duda guapo, de quien hablas? Te diria me da miedo lo que escribiste, pero la verdad no

TE QUIERO
Ehecatl ha dicho que…
De.... una chava, totalmente otra que no eres tú... si >_<
Anónimo ha dicho que…
eso no me dice nada, que gacho no me cuentas, porque? Ya no se nada de tu vida
Ehecatl ha dicho que…
No te preocupes, ya tendremos oportunidad de hablar. Además, no te pierdes de mucho

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