Debemos aceptarlo, a pesar de lo que todo mundo cree y de lo que dicen los noticieros sobre mí, no soy un casanova (aunque me hubiera gustado ser él al lado de su Leonilda). La seducción femenina es para mí, a partes iguales, fantasía erótica y horror cósmico. Pero permítanme ilustrar cómo es posible que yo, su héroe e ídolo, los esté defraudando en estos menesteres.
Haciendo memoria, supongo que todo empezó en el periodo de la preparatoria. Fue en este periodo cuando la batalla hormonal que comenzó en la secundaria seguía presente, pero además se le sumó la presión social suficiente para que algo como la vida sexual tuviera un peso relevante en la vida de una persona como yo.
Las reuniones en la prepa siempre se volvían momentos incómodos para mí cuando entrábamos en el terreno de las discusiones sobre el deporte más antiguo del mundo, porque cuando me juntaba con mis amigos y era yo el que hablaba de sexo, se notaba que aún no sabía exactamente para qué servían algunas partes de mis genitales. Para mí, llegar a "segunda base" era masturbarme frente a la foto de una chica vestida (aún me daba pena verla desnuda). Lo que pasaba en aquellos años era que sufría de una terrible disonancia mimética al intentar copiar los gestos y las actitudes de mis conocidos para tratar de ligar a una chica. Según el traumático recuento de alguna muchacha, al intentar ponerme romántico y cachondo terminaba entrando en un modo de "nerd tétrico". Me aseguraba la afectada que, al intentar hacer una voz galante y seductiva, terminaba hablándole a las mujeres como un psicópata le hablaría a un pene en un frasco de su sótano.
Era bastante difícil para mí el entrar en modo "galán" siendo que lo más cerca que había estado del sexo fue una vez que escuché una prima mía bajarle al excusado durante una reunión familiar. Alguna vez molesté tanto a una amiga durante una fiesta, que me aseguró que si podía explicarle qué era el sexo y cómo se hacía, tendría un poco conmigo. Aquella noche regresé igual de virgen y el doble de deprimido a mi casa. Al final acepté que, tratándose de mí, aprender a decir cosas cachondas para seducir chicas era igual de efectivo que aprender a hacerle sexo oral a traileros para seducir chicas. No saldría nada bueno de aquellos intentos. Comencé a pensar seriamente, que la única forma en la que vería algo de acción, sería si un hechicero me convirtiera en tampón.
Ahora que la gente allegada a mí me ha ayudado a ver mis errores en retrospectiva, me doy cuenta de mi problema era que oscilaba arrítmicamente entre ser "suave" y ser "intenso". Una amiga me dijo que cuando intentaba ser suave parecía que estaba sufriendo una embolia y que cuando era intenso parecía como si me hubieran dado adrenalina para caballo. Una sonrisa se dibujó en mi rostro pero ella rápidamente me aclaró que lo de la adrenalina no era por la intensidad sexual, sino porque sudaba profusamente y mi respiración la despeinaba. Además, cuando intentaba ser emocional eran tan poco sutil, que parecía como si la única emoción que hubiera experimentado en la vida fuera quemarme vivo.
Cuando, años después, di por sentado que el ser "suave", un "seductor incorregible" no era lo mío, intenté con el buen y confiable viejo método del baile. Cuando trabajaba en la maquila, invité alguna pobre alma desvalida a bailar en una fiesta de la empresa. El problema vino cuando al iniciar la canción y tomarla de la cintura, recordé que no se bailar. Así que hice lo que todo hombre que no conoce los horrores de la vida hubiera hecho: improvisé. Los que fueron testigos de aquella debacle de espasmos y patadas no sabían si me estaba explotando el corazón o si un demonio estaba usando mi cuerpo para anunciar el fin de los tiempos.
Al pasar del tiempo, me sentía tan mal y estaba tan seguro de mi anti-sexyness que creía que si entraba en una sex-shop, las botellas de lubricante se secarían. La imagen que construí de mí mismo estaba totalmente retorcida y desviada de la realidad. Sé que no soy atractivo pero ahora me doy cuenta de que tengo cosas qué ofrecer en una relación y que a más de alguna perturbada le pueden interesar (como mi colección de pelusa de ombligo). Pero en aquellos momentos me sentía tan cohibido que evitaba a las mujeres y me alejaba como si mis erecciones fueran radioactivas y estuviera intentado protegerlas del cáncer de libido.
Cuando me sentí privado del mundo de vello y tejido adiposo tan lindamente estructurado que es una pareja sexual, que me volqué en la dirección a la cual se orienta todo nerd antisocial que secretamente desea ser adorado por las masas: la literatura. Poesía, ciencia-ficción, fantasía, relatos eróticos, etc. Literalmente comencé a escribir todo. Lo que me lastimaba, lo que deseaba, lo que creía, en fin, todo. Obviamente, intentaba hacerlo del modo más pretencioso posible y con tanto desdén como la palabra escrita me permitiera.
Como ejercicio para aprender a expresar mis ideas, a comunicarlas, a hilarlas, creo que me sirvió bastante bien. Como producto "per sé" creo que no tanto. Alguna vez le obsequié a alguien una narración erótica y lo que recibí a cambio fue una orden de aprehensión. ¿Es tan intenso decir que le quieres poner mostaza a las nalgas de alguien? Nunca lo sabré.
En el extremo final de la línea de desventuras eróticas que viví, estuvo una gran mujer que me cobijó en su seno, y entre sus senos (¿ven lo que hice? :B ) y no sólo me enseñó a estar con ella (porque cualquiera puede enseñar sobre sexo), sino que me enseñó a estar agusto conmigo y a ser yo mismo con ella, sin avergonzarme de mis defectos pero tratando siempre de corregirlos.
Gracias a ti. Espero verte pronto... tengo un frasco de mostaza con tu nombre :D
Haciendo memoria, supongo que todo empezó en el periodo de la preparatoria. Fue en este periodo cuando la batalla hormonal que comenzó en la secundaria seguía presente, pero además se le sumó la presión social suficiente para que algo como la vida sexual tuviera un peso relevante en la vida de una persona como yo.
Las reuniones en la prepa siempre se volvían momentos incómodos para mí cuando entrábamos en el terreno de las discusiones sobre el deporte más antiguo del mundo, porque cuando me juntaba con mis amigos y era yo el que hablaba de sexo, se notaba que aún no sabía exactamente para qué servían algunas partes de mis genitales. Para mí, llegar a "segunda base" era masturbarme frente a la foto de una chica vestida (aún me daba pena verla desnuda). Lo que pasaba en aquellos años era que sufría de una terrible disonancia mimética al intentar copiar los gestos y las actitudes de mis conocidos para tratar de ligar a una chica. Según el traumático recuento de alguna muchacha, al intentar ponerme romántico y cachondo terminaba entrando en un modo de "nerd tétrico". Me aseguraba la afectada que, al intentar hacer una voz galante y seductiva, terminaba hablándole a las mujeres como un psicópata le hablaría a un pene en un frasco de su sótano.
Era bastante difícil para mí el entrar en modo "galán" siendo que lo más cerca que había estado del sexo fue una vez que escuché una prima mía bajarle al excusado durante una reunión familiar. Alguna vez molesté tanto a una amiga durante una fiesta, que me aseguró que si podía explicarle qué era el sexo y cómo se hacía, tendría un poco conmigo. Aquella noche regresé igual de virgen y el doble de deprimido a mi casa. Al final acepté que, tratándose de mí, aprender a decir cosas cachondas para seducir chicas era igual de efectivo que aprender a hacerle sexo oral a traileros para seducir chicas. No saldría nada bueno de aquellos intentos. Comencé a pensar seriamente, que la única forma en la que vería algo de acción, sería si un hechicero me convirtiera en tampón.
Ahora que la gente allegada a mí me ha ayudado a ver mis errores en retrospectiva, me doy cuenta de mi problema era que oscilaba arrítmicamente entre ser "suave" y ser "intenso". Una amiga me dijo que cuando intentaba ser suave parecía que estaba sufriendo una embolia y que cuando era intenso parecía como si me hubieran dado adrenalina para caballo. Una sonrisa se dibujó en mi rostro pero ella rápidamente me aclaró que lo de la adrenalina no era por la intensidad sexual, sino porque sudaba profusamente y mi respiración la despeinaba. Además, cuando intentaba ser emocional eran tan poco sutil, que parecía como si la única emoción que hubiera experimentado en la vida fuera quemarme vivo.
Cuando, años después, di por sentado que el ser "suave", un "seductor incorregible" no era lo mío, intenté con el buen y confiable viejo método del baile. Cuando trabajaba en la maquila, invité alguna pobre alma desvalida a bailar en una fiesta de la empresa. El problema vino cuando al iniciar la canción y tomarla de la cintura, recordé que no se bailar. Así que hice lo que todo hombre que no conoce los horrores de la vida hubiera hecho: improvisé. Los que fueron testigos de aquella debacle de espasmos y patadas no sabían si me estaba explotando el corazón o si un demonio estaba usando mi cuerpo para anunciar el fin de los tiempos.
Al pasar del tiempo, me sentía tan mal y estaba tan seguro de mi anti-sexyness que creía que si entraba en una sex-shop, las botellas de lubricante se secarían. La imagen que construí de mí mismo estaba totalmente retorcida y desviada de la realidad. Sé que no soy atractivo pero ahora me doy cuenta de que tengo cosas qué ofrecer en una relación y que a más de alguna perturbada le pueden interesar (como mi colección de pelusa de ombligo). Pero en aquellos momentos me sentía tan cohibido que evitaba a las mujeres y me alejaba como si mis erecciones fueran radioactivas y estuviera intentado protegerlas del cáncer de libido.
Cuando me sentí privado del mundo de vello y tejido adiposo tan lindamente estructurado que es una pareja sexual, que me volqué en la dirección a la cual se orienta todo nerd antisocial que secretamente desea ser adorado por las masas: la literatura. Poesía, ciencia-ficción, fantasía, relatos eróticos, etc. Literalmente comencé a escribir todo. Lo que me lastimaba, lo que deseaba, lo que creía, en fin, todo. Obviamente, intentaba hacerlo del modo más pretencioso posible y con tanto desdén como la palabra escrita me permitiera.
Como ejercicio para aprender a expresar mis ideas, a comunicarlas, a hilarlas, creo que me sirvió bastante bien. Como producto "per sé" creo que no tanto. Alguna vez le obsequié a alguien una narración erótica y lo que recibí a cambio fue una orden de aprehensión. ¿Es tan intenso decir que le quieres poner mostaza a las nalgas de alguien? Nunca lo sabré.
En el extremo final de la línea de desventuras eróticas que viví, estuvo una gran mujer que me cobijó en su seno, y entre sus senos (¿ven lo que hice? :B ) y no sólo me enseñó a estar con ella (porque cualquiera puede enseñar sobre sexo), sino que me enseñó a estar agusto conmigo y a ser yo mismo con ella, sin avergonzarme de mis defectos pero tratando siempre de corregirlos.
Gracias a ti. Espero verte pronto... tengo un frasco de mostaza con tu nombre :D
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