Ir al contenido principal

A ti, episodio 1

No soy nada guapo y lo sabes. Estoy perfectamente consciente de ello. Si me paro junto a una niña recién nacida, sus ovarios se disuelven. Es consenso general que la gente fea como yo debería ser usada sólo para calibrar bombas de gas nervioso. Es por este motivo que siempre me ha costado trabajo relacionarme con mujeres desde que era adolescente. Lo más cerca que estuve de ligarme una chava cuando estuve en secundaria fue cuando le pedía a la señora de la cooperativa un lonche de panela.

Cuando entré a la universidad supuse que nada cambiaría, así que viví la mayor parte de los semestres disfrutando de la escuela y los amigos, pero sin esperanzas de actualizar mi situación romántica. Iniciaba el séptimo semestre de la universidad y había visto ir y venir lindas caras, tetas y nalgas tan a menudo que ya ni siquiera volteaba a verlas... tanto. Mi vida se había vuelto tan simplona y poco interesante que podía tener orgasmos múltiples al comerme una galleta.

Era el primer día de clases del semestre, un martes (el lunes no hubo actividades). Por la tarde asistí a la primera clase de "Taller de Sistemas Digitales III". Estaba con un buen amigo, Joaquín, y él me hablaba apasionadamente de futbol mientras yo asentía amablemente con la cabeza a sus agudas observaciones sobre el deporte mientras divagaba mentalmente tratando de encontrar mejores formas de combatir el crimen en ciudad gótica.

Aunque nunca me lo has creído, te noté desde el primer día. Siempre te has resistido a pensar que me percaté de tu peculiar existencia desde el primer momento en que te vi. Te lo confirmo ahora, siempre me llamaste la atención... Aunque debo admitir que no por las mejores razones... ni siquiera por razones cachondas vaya. Te aislabas en la orilla del salón y siempre tenías tu cara de pocos amigos. Te veías bastante reacia de hacer contacto y tu indumentaria no ayudaba nada. Esas camisetotas que parecía que le habías quitado a un cholo a putazos no inspiraban nada, nadita de confianza. Tu pañuelito en la cabeza (que ahora sé que era por las migrañas) te hacía ver "barrio" a niveles que ni un disco de reggetón cristiano con monita incluida llegarían.

Aquellos días siempre estabas en mi mente, pues no dejaba de preguntarme si me asaltarías en algún momento. Te veía (porque, a pesar de todo el aire de chola-matona que exhudabas, siempre fuiste linda) y de algún modo me daba curiosidad el aura enigmática y perturbadoramente encantadora que despedías, pero igual que todas las mujeres que había conocido antes, nunca volteaste a mirarme, al menos no cuando yo me hubiera percatado de ello ¿Por qué lo ibas a hacer?

Después, cuando asistí a la primera clase de "Teoría de Sistemas Digitales III", no pude evitar darme cuenta de que tomabas la clase también conmigo. En aquel momento no pensé nada, pero ahora me alegro de que haya sido así.

Tras un par de semanas en clases, sucedió el pequeño e insignificante evento que daría pié a tantos momentos que hoy atesoro... Nos asignaron los primeros trabajos en equipo en el taller. Debimos hacer equipos y, como siempre ocurre, terminé haciendo equipo al final. Aquello no era nuevo, pero algo raro pasó ese día: Una mujer, tú, también se había quedado sin que la escogieran y pidió unirse a nuestro equipo. Seré honesto, no eras la primera mujer con la que hacía equipo en mi vida (lo sé, es una revelación devastadora pero debes hacerte a la idea), sin embargo sí era la primera vez en mucho tiempo que temía que un compañero de equipo me quitara el dinero de mi almuerzo (aquellos hermosos días en la secundaria...).

En aquel momento escuché tu voz por primera vez cuando hablaste con Joaquín (no, no, yo no te hablaría sino hasta días después). Si he de confesarte algo ahora, eso es que tu voz siempre me ha encantado. Aunque la primera vez que la escuché no era como la conozco ahora pues la modulabas mucho, hablabas en un tono más profundo y seco, tratando de ser distante y parca, además de que tu rostro era del todo inexpresivo. Noté de inmediato que te alejabas de nosotros intencionalmente, eras cordial pero distante. Supe de inmediato que lo hacías por seguridad emocional, yo había recurrido al mismo mecanismo de defensa en infinidad de veces. Marcabas una distancia y te mantenías a raya. Me dí cuenta de que tu mirada y tu expresión reflejaban mucha melancolía, bastante dolor, aunque no sabría, sino hasta tiempo después, por qué.

Aún en aquellos días tempranos podía sentir tu pesar, aunque no te decía nada, simplemente porque callarme era lo único que sabía hacer hasta ese momento.

Así pasaron los días y, conforme convivíamos, comenzaba a aflorar tu verdadera personalidad, al menos la que conozco ahora. Te mostrabas más jovial, más relajada, más segura de abrirte con nosotros, aunque fuera un poco cada vez. Platicábamos de manera cordial, pero no podía decir siquiera que fuéramos amigos en aquellos momentos. Éramos compañeros y eso me gustaba, porque lograba percibirte como una persona agradable, pero al ser tú mujer, seguía existiendo una barrera en mi mente que me impedía acercarme demasiado. Ya había conocido el "dolor por cercanía no correspondida" y ya no quería experimentarlo.

A lo largo de aquellos meses, te vi varias veces en las mesas del módulo "N". Cuando te veía sola, sentía ganas de acercarme, de conocerte un poco más y de hablar. Luego me daba cuenta de que no tenía nada qué decirte o al menos me convencía estúpidamente de eso para justificar mi cobardía. Ahora, cuando sé que compartimos tanto en común, no puedo sino arrepentirme de no haberme acercado a ti en esos momentos. El peso de haberlos desperdiciado en silencio y lejos de ti es algo que no deja de dolerme.

Cuando te veía acompañada, me repetía mentalmente que no había razón para que quisieras hablar conmigo. Recuerdo a un compañero en particular, bastante guapo, con el que platicabas (creo que también estaba con nosotros en alguna clase), pero podrían ser sólo fantasmas en mi memoria, que se desbarata al intentar recuperar tantos recuerdos de cosas que extraño y me hieren.

Cuando intentaba acercarme a ti, te digo con sinceridad que no era cosa de puro anhelo sexual. Me parecías una persona muy interesante y de verdad sentía que había algo más en ti con lo que, tal vez, podría conectarme. Pero el carácter que demostrabas entonces era difícil de entender para mí, pues si al menos ya nos hablábamos, aún te sentía terriblemente distante. No tenía nada firme para hacer conexión contigo y  para rematar, esas horrendas (sí, horrendas, terribles, nefastas y más) playeras que usabas te cubrían por completo las tetas y eso era, es y será una tragedia en cualquier parte del mundo civilizado. Aquellos dones que la naturaleza te dio debieran estar a la vista de todos y no encerrados bajo una playera del "Psycho Circus" de Kiss. Perdón, ¿en qué estaba? Ah sí, en cómo mis intenciones para contigo eran puras y nobles, sí.

Los días que los papeles se invertían son una pesadilla para mí ahora. Recuerdo que tú te acercabas amistosa a mí en el "N" e intentabas hacerme plática pero era yo el que se escapaba de la conversación y de ti. Me portaba frío y distante, tratando de encubrir mi miedo e inexperiencia. Si lo notaste, no me queda más que disculparme. Pero en esos momentos donde intentabas acercarte, mi estúpida e insegura mente sólo repasaba una y otra vez las ocasiones en que te había visto platicando con algún otro hombre y me repetía incansable que sólo estabas siendo cortés ¿para qué querrías mi compañía si podías tener la de él? Créeme cuando te digo que me apena haber desperdiciado tanto tiempo  haciéndome el recio o intentando alejarme de lo que no quería creer, cuando podría haberlo aprovechado charlando y perdiéndome en tus ojos como después puede hacer. Sentía que si me acercaba mucho a ti, se me partiría el corazón de nuevo.

La primera vez que tuvimos una plática larga fue cuando escuchaba un disco de "Zenki" en mi celular y reconociste las canciones. Me sorprendió ver que conocías el animé y más que fuera uno tan "no de niñas". Platicamos cerca de media hora sobre el tema y las cosas comenzaron a hilarse. Descubrí que te gustaba el Marqués de Sade entre otras cosas y me sorprendió no sólo lo perverso de tus gustos literarios, sino lo amplio de los mismos. Por primera vez pasó lo que ha caracterizado nuestra relación desde entonces (antes como algo más que amigos, ahora como algo menos), me desarmaste, me desnudaste (no, aún no literalmente) y pudimos conectarnos al hablar.

Reímos, hablamos, recordamos y nos burlamos de tanto y de tantos. Era una de las mejores conversaciones que había tenido, y no sólo por que te abrazabas a mi codo y podía sentir ligeramente la suavidad de tus pechos en mi brazo (tuve que lavar mis pantalones ese día), sino porque de verdad me sentía a gusto a tu lado: libre, cómodo, tranquilo. Sentía que podía ser yo y dejar las máscaras al menos al estar frente a tu mirada ¿Cuantas conversaciones tan interesantes contigo desperdicié por mis miedos y mis ideas torcidas? ¿Cuantos momentos a tu lado perdí? Nunca lo sabré, pero siempre lo lamentaré.

El problema para mí, era que mis hábitos se portaban corrosivamente persistentes. Aún cuando te sentí tan cerca, seguí alejándome, huyendo de tu presencia en la escuela y en mi mente, negándome a aceptar que tal vez te gustaba estar a mi lado.

Lo sé, soy un idiota. Otra cosa me dio de lleno en la cara, que poco a poco comenzaste a vestir diferente. La niña chola se desvanecía lentamente y una chica más relajada y femenina nos visitaba durante clases. Las camisas negras, que te cubrían casi toda, desaparecieron y comenzaste a usar blusas en su lugar. Oh sí,  sentí que repentinamente el ambiente tenía más curvas de las que recordaba. Sería hipócrita decir que no me enteré que dejaste de usar los pantalones holgados de mezclilla que seguramente venían con "filero" incluido cuando los compraste, para comenzar a usar unos de mezclilla entallados, de un azul ligeramente desgastado, que se te ajustaban muy bien.

¿Es malo decir que eras un regalo para la vista lo mismo que para el corazón? Espero que no porque ya lo dije y no me arrepiento de nada (a menos que quieras demandarme, en cuyo caso me retracto de todo).

Cuando comenzaste a prestarme atención, me sentí compelido de inmediato para impresionarte... cosa muy difícil siendo que mi único talento reconocido es no asfixiarme durante el sueño. ¿Cómo podría impresionarte alguien como yo? ¿Baile? En definitiva no, se ha demostrado científicamente que mi baile sólo produce tristeza y desolación. Cuando intento moverme sensualmente hasta las ratas dejan de aparearse en las alcantarillas y se comen sus propios genitales. ¿Tal vez hacerme el macho? No lo creo, porque no soy nada masculino. Necesito dejarme barba de 6 meses sólo para que dejen de ofrecerme tampones en la farmacia, así que esa opción también estaba descartada. ¿Canto? Claro que no, pues sueno como un chimpancé perdiendo una pelea contra una boa constrictora, pero más triste.

Bueno, si no podía impresionarte con mis habilidades, lo haría con mi personalidad... aunque en mi caso eso es como si un sujeto con colon irritable y un perro llamado "ZXDFP$" dijera "bueno, no pude hacer una carrera de meterme cosas en el trasero, así que me dedicaré a ponerle nombre a perros, porque eso es lo que mejor sé hacer".


Comentarios

Entradas populares de este blog

Dudas y Decisiones

Había pasado, ya, un día desde aquel beso y mi vida se vio convertida en un maelstrom de decisiones que no contemplaba desde la adolescencia y de preguntas que no me hacía desde que aquel pollo murió en mis brazos POR RAZONES TOTALMENTE NO SEXUALES. Te vería. Aquella era mi única motivación a ir a la escuela. Por la mañana, mientras me miraba al espejo del baño, oscuras sombras bajo los ojos y un intenso dolor en la muñeca y el brazo, me recordaban que no dormí aquella noche, pensando en ti. Terminado el arduo ritual del baño, me rocié de colonia, perfume, desodorante, acondicionador, insecticida, todo lo que estuviera a la mano. Tenía tantos químicos encima, que si alguien hubiera fumado cerca de mí, habría explotado. Entonces, mientras me ponía la segunda capa de barniz encima, el pánico me atacó… ¿Sería demasiado? No podía saberlo con certeza, pues, como sabes, carezco de olfato. Sólo sabía que llevaba perfume encima porque escuchaba a mi vecino a través del muro preguntando...

Recordando la Universidad

Debo decir, sin temor a arrepentirme, que siempre recordaré con mucha nostalgia y cariño mi carrera universitaria, y a las personas que conocí durante la misma. Mi historia académica y personal se desenvolvieron  siempre de la mano pues, después de todo, soy un nerd y no me arrepiento de ello. En los mozos años de la primaria, fui un ente sin definición ni aspiraciones. Era un niño indistinguible del montón, que no destacaba ni se quedaba en las sombras. Aquel fue un periodo gris, sin demasiadas penas ni alegrías, donde todo lo que sucedía era filtrado por una mente a medio cuajar de 10 años. Se trató de un tránsito inocuo e irrelevante, sazonado ocasionalmente por el gusto de verle los calzones a alguna compañerita o toquetearla levemente jugando a las "inyecciones". Durante la secundaria, las cosas cambiaron y mi ñoñez se acentuó, lo que también marcó la pauta de inicio para la marcha que me llevaría al extremo marginal de la sociedad escolar y la real. Este periodo ...

Fiestas

Sobre las Fiestas Escribo esto a mediados del mes de diciembre, y no puedo menos que sentirme nostálgico. Navidad fue siempre una fecha que esperé ansioso cuando era niño. Como en cualquier niño, la ilusión de los juguetes, fueran o no los que esperaba, era lo que revestía estas fechas de un aura mágica y tibia. Pero había algo más, algo que tal vez tú puedas comprender al leerme. Ahora, en el medio de esta soledad y el frío aire invernal que recorre mi cuarto al escribir esto, me doy cuenta de que era el calor humano. Mi familia solía reunirse y convivir en el medio de una fiesta que parecía llenar el ambiente de esa energía que las películas navideñas de los gringos intentan retratar de una forma burda e inconsistente. Ahora que he madurado un poco, me doy cuenta de que muchas de las sonrisas que se proferían en estas reuniones, estaban vacías, y que muchos abrazos que se dieron, fueron pagados posteriormente con traiciones y desdén, pero durante estas fechas el ánimo se forzaba hac...