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Viviendo la nueva vida



Decidir vivir por cuenta propia es uno de los pasos más interesantes que he dado en la vida.

No puedo decir que es un reto, porque anteriormente he debido hacerme cargo de mi hermano y de mí mismo aún cuando vivía con mis padres.

Viviendo, durante mi infancia, en el escenario de un hogar donde mi madre y mi padre debían trabajar para asegurar la precaria subsistencia de un hogar que no duraría mucho unido, tuve que hacerme con el control y la responsabilidad del hogar desde pequeño y aprendí cómo hacerme cargo de mis problemas de manera autónoma y cómo lidiar con los problemas de cuidar a otra persona.

Durante aquella etapa temprana de mi vida yo no recogía mi cuarto ni tampoco lavaba mi ropa ni preparaba mi comida. Sé que suena como algo trivial de remarcar, pero lo apunto porque he conocido mucha gente que se jacta de lo responsables que eran a esa misma edad porque eran los que lavaban su ropa o cocinaban su comida. Esto es ser auto-suficiente, pero la suficiencia no implica responsabilidad. La responsabilidad es, como su nombre lo indica, la obligación o el compromiso de responder ante una situación dada.

Cuando eres pequeño y te preparas la comida o aseas tu cuarto, si no lo haces o fallas, más allá de un regaño las cosas no llegan. Salvo en el caso de que tus padres sean unos fascistas, te ayudarán y podrás salir más o menos bien librado de la situación.

Si tus padres trabajan y tu hermano pequeño sale de la primaria en una zona horrible y tienes que ir por él, si hay una equivocación o un fallo, hay consecuencias y pueden llegar a ser terribles, por ello existe una obligación de responder ante esa tarea, una responsabilidad.Si se es pequeño y no hay nadie en casa para preparar la comida o asear el hogar, realizar esas tareas es una responsabilidad. Todo deriva de la distinción entre si hay o no alternativas y repercusiones en las decisiones y acciones que tomamos.

Durante la adolescencia me convertí en apoyo económico de la casa aún antes de cursar la educación preparatoria y me convertí en sostén del hogar antes de cursar la universidad. En ambos casos suspendí mis estudios durante un año para apoyar en un hogar tan inestable como sus ingresos semanales. Trabajé como peón, ayudando a mi padre albañil, trabajé como almacenista, operador de producción e impresor.

El trabajo "duro" no me es desconocido y los oficios "vulgares" fueron los que me dieron dinero para alimentar a mi madre y hermano durante mucho tiempo para subsanar una deuda adquirida de manera ridícula por mi padre durante un terrible error comercial. Es por esto que la responsabilidad, digamos, laboral o monetaria para el hogar no es algo nuevo para mí y no es algo que haya "sufrido".

Aporté mi esfuerzo a la supervivencia colectiva de mi familia y aunque no era un deleite orgásmico el palear cemento con el sol cayendo a plomo sobre mi espalda, comprendía de qué se trataba la situación y que se necesitaba responder así ante el escenario que vivíamos. Por lo mismo entendía las consecuencias de dejar el trabajo, que simplemente nuestra calidad de vida empeoraría considerablemente.

Tras terminar la licenciatura y la maestría, me dediqué a diferentes actividades de orden académico e ingenieríl para ganarme mi sustento, de nuevo, como sostén de la casa. Sin embargo, es ahora en el doctorado donde decidí que quería probar la experiencia de vivir por mi cuenta. No porque quisiera ser responsable, sino porque quería existir en mi propio espacio, ser mi propia medida.

He incrementado notablemente mi acervo culinario (no, nada de experimentación sexual) y, para mi deleite y sorpresa, descubrí que cocino bastante bien. Aún estoy aprendiendo a distribuir de manera eficiente los tiempos de mis días y personalmente me distrae mucho el tener que seguir una dieta como la sigo ahora. En el ámbito de la salud, aún estoy viendo cómo balancear mi alcoholismo con mi diabetes, pero, como todos los ebrios, encontraré una manera de no abandonar el vicio.

Es curioso tener la libertad de dedicarme días completos a mí mismo y, aunque sigo teniendo responsabilidades, al menos este tiempo a solas me ha cambiado. No, no recurriré al argumento barato de decir que me he "conocido mejor". Eso siempre me ha chocado. La gente que necesita de situaciones externas para verse a sí misma no tiene capacidad de introspección. Si no sabes lo bajo que puedes caer o lo alto que puedes llegar, lo que te falta no es tiempo a solas, sino sinceridad al analizarte. En la desnudez del cuerpo y el espíritu, está la vista clara de lo que uno es, y esa es una visión que se puede alcanzar sin guías externas ni pruebas de carácter.

Por lo pronto, lo que me hace falta para seguir mejorando mi vida y explorando esta nueva posibilidad, es ponerme en forma para seguirle el ritmo a mi compañero de casa y las maratónicas sesiones de sexo que sostiene con su novia en su cuarto (oh sí, las paredes son de cartón aquí). Ya invitaré alguna amiga a la casa para tomar tiempos. Apachurre masivo, aquí vamos.

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