Tus ojos me interrogan y enmudezco.
Tus gestos preguntan cosas que no
entiendo,
tu sonrisa me invita para hacer cosas que
no debo.
La humedad de tus labios me embriaga de
mieles prohibidas.
Te acercas a mí y mis manos dejan de
ser mías.
Las posee tu ardor, las invade el ansia
de ti.
Se deslizan sin cuidado por tu cuerpo.
Recorren ansiosas tus formas,
tropiezan nerviosas entre tu intimidad.
Apresan cada milímetro de tu piel,
intentan retener cada parte de tu ser.
Dibujarte es trémulo ritual,
se nublan mis pensamientos y despierta el deseo.
Mis manos intentan sin éxito,
crear tenue memoria del tacto que roban
de ti,
de la humedad que les obsequias,
del calor que hierve en tu vientre.
Eres el frenesí que me invade,
el placer al que me abandono.
Eres el fuego que me consume
y el veneno que me adormece.
El temor de tu desdén me desgarra
y por eso me alejo.
Mil veces te prefiero feliz y sin mí
que atormentada a mi lado
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