La noche cae impasible y nos envuelve en un manto de melancolía.
Ennegrecidas nubes, avanzan furiosas por el cielo.
A su arropo ocultamos nuestros pecados de la luna.
Tu cándida y delicada piel se funde con mis toscos trazos.
Nuestros cuerpos abrazados se convierten en un mosaico de dolor y ternura.
No me atrevo a mirarte, pues el crimen de nuestro amor me embriagaría
y no podría sentir la culpa necesaria.
Sé que me observas con esa fulminante esperanza que hay en ti.
Tus infantiles ojos me atrapan sin remedio.
Aun en medio de la oscuridad que nos trae la tormenta,
sé que soy presa del hechizo de tu corazón.
Relámpagos danzan en el firmamento que les da vida
y exhalan el estremecedor grito que resume sus vidas en un instante.
Mientras te abrazas a mi, llena de terror,
la mortecina luz dibuja tus infantiles formas contra el fondo de la noche.
El olor de tu cabello se mezcla con la esencia de tu delicada piel
y me incitan a pasear mi rostro por tu espalda, para atrapar ese aroma de inocencia
que, aún después de tantas veces, sigues exhalando.
Un relámpago más cruza la noche
y me permite apreciar el poema que es tu rostro angelical.
El cálido rubor de tus mejillas me hace sentir como un criminal
por despojarte de tus ropas para llenarte después de mis caricias.
El tiempo transcurre y Morfeo es ahora tu amante.
El cálido aliento exhalado contra mi pecho me hace dudar sobre lo que haré esta noche
Por un momento mi voluntad comienza a quebrantarse.
Me separo de ti y te arropo en esa cama
Que ha sido el campo de tantas batallas peleadas por nuestros cuerpos.
Creo poseer la determinación necesaria,
pero alargo cada movimiento y retardo cada acción al vestirme,
para poder estar junto a ti tan sólo un segundo más.
Finalmente estoy listo para mi última despedida.
Te contemplo una vez más y tus labios se mueven,
murmuran algo y ruego porque vivas un sueño hermoso.
Mi voluntad se quebranta de nuevo
y mis pies parecen fundirse con el suelo de tu habitación.
Si dijeras mi nombre ahora, no podría seguir adelante,
me vencerías sin que yo ofreciera resistencia.
Me resisto al impulso de besarte por última vez,
pues no deseo despertarte.
Tomo lo poco que llevo y finalmente salgo de tu casa.
El gélido llanto del cielo me flagela sin misericordia
y cada paso que me aleja de ti se vuelve una daga en el pecho.
He decidido cruzar la tormenta por propio pie.
Si es mi última noche quiero recordar el frío abrazo de la oscuridad antes de despedirme.
El camino hacia mi destino final, se vuelve arduo y tortuoso,
más no por el difícil andar ni por la copiosa tormenta,
sino porque cada paso va acompañado de las memorias
donde tú llenas mi vida, donde le das sentido a mi ser y un significado a mi existir.
No sé si lloro, no distingo el llanto de las estrellas del mío.
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