He terminado de leer “Starship Troopers” de Robert A. Heinlein. Un gran libro, a mi parecer. Perteneciente a la genial época de la ciencia ficción.
Lo que llamó más mi atención al leer esta obra, es su tono, no de historia propositiva, sino de ensayo social-político que se esconde en el medio de una historia narrada, casi como una fábula, pero sin pretender serlo.
Este libro ha sido catalogado erróneamente como una obra mediocre, o alicaída en su desarrollo, y juzgado como fascista en su contenido.
Si bien, no es un escrito lleno de la acción barata y las explosiones a las que nos acostumbraron las películas de sci-fi norteamericanas, es ligero y ameno, además de cumplir con su función de mantener al lector expectante sobre el desarrollo de los hechos. Y sobre su supuesta propaganda fascista, en realidad es sólo un grito de indignación clamado por aquellos que se ofenden cuando alguien osa cuestionar el pilar sobre el que se erigen las sociedades actuales.
El concepto de la ciudadanía, que se maneja en el libro, viene heredado de las tradiciones de sociedades antiguas y modernas, donde esta, es decir, el derecho de participar activamente en la organización política de la sociedad, que abarca desde el derecho al voto, hasta la posibilidad de ser votado, se consigue únicamente después de haber cumplido al menos con un año de servicio militar y estar retirado.
En el universo desarrollado en el libro, el servicio es voluntario, y por lo tanto también la condición de ciudadanía.
¿Por qué el escándalo?
La controversia, se desata en torno a la crítica de Heinlein sobre las sociedades “actuales” (El libro fue publicado en 1953 y sigue vigente en sus críticas), llamándolas sociedades de “poder sin responsabilidad”. El autor asegura que el poder no es lo que corrompe a las personas, sino la falta de responsabilidad. No importa el poder que le otorgues a una persona, no puede abusar de él, si le adjudicas igual proporción de responsabilidad. A partir de este punto, Heinlein afirma que el grave problema de la corrupción gubernamental, se debe a que los políticos en occidente gozan de inmunidad, y en dado caso de que se encuentren inequívocamente culpables de algún delito, apenas se les quita la envestidura que les han otorgado, o simplemente son cambiados de puesto. Si los burócratas del estado, dígase diputados, senadores, jueces, gobernadores, etc., tuvieran que responder con su vida, por la de la gente que les ha confiado el cargo, y con sus bienes por los de aquellos a quienes aseguran representar, no existiría el orden de corrupción que hoy vemos. Un ejemplo de esto sucedió durante la segunda guerra mundial, y fue lo que inspiró al autor para escribir la obra. En el gobierno de E.U.A., durante toda la campaña de guerra, hubo serios casos de enriquecimientos ilícitos de parte de políticos que vendían armamento o suministros, tanto a aliados como enemigos. Incluso se sabe que generales de alto rango se enriquecieron alterando notas de suministros o saqueando pequeños poblados en la Europa caótica. Esto debido al concepto del “fuero” que los protegía en todo momento, y en el peor de los casos, les obligaba a retirarse anticipadamente. Por otro lado, estaba el gobierno soviético, que se sabe, al menos durante la segunda guerra mundial, tuvo un número casi 0 de resultados sospechosos en las revisiones tanto de la época, como de hoy día, realizadas incluso por los más incrédulos. ¿La razón? Simple. Todo acto de corrupción o de ineptitud era castigado de inmediato con el fusilamiento. A cualquier nivel, y en cualquier momento. Si bien, fue una extramedida, su aplicación aseguró que quienes sostenían el poder en sus manos, supieran que también jugaban con su vida en el proceso.
Pero lo que sin duda causa más revuelo en torno al libro, es el hecho de que Heinlein asegura saber quién es el responsable de la política corrupta de occidente, y a su vez, el mayor corrupto y corruptor de todo el sistema: el pueblo.
Según Heinlein, el principal problema con la democracia tal cual la vivieron en sus días y la vivimos hoy, es que quienes eligen a los gobernantes son grupos de personas sin ningún sentido de la responsabilidad, que votan por bonitas promesas de campaña, y que cuando se ven timadas, simplemente se alejan y esperan otro político que de verdad cumpla. Se trata de ciudadanos que no se comprometen y que no están dispuestos a sacrificar nada por el estado, que sólo desean ganar algo al votar en una urna, para después olvidarse de todo hasta la siguiente ronda de elecciones.
Por esto es que Heinlein asegura que la ciudadanía debería otorgarse sólo a quienes hayan prestado al menos un año de servicio militar y estén retirados, ya que ellos están conscientes del esfuerzo que representa mantener un estado, la lucha por su continuidad, y el gasto humano y de recursos necesario para asegurar su supervivencia. Cuando el militar vota, está dispuesto a respaldar ese voto, con compromiso y acción, ya sea en la forma de sacrificio o de exigencia. Cosa que los civiles comunes no estamos dispuestos a realizar con nada de facilidad.
Más que ciencia-ficción, me suena a conciencia-ficción
Comentarios