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Cansado

Me siento cansado.

Me siento harto de fingir.

Me duele mantener a la bestia dentro de mí.

¿Por cuánto tiempo puede un hombre mantener una mentira?

¿Cuánto puede sostenerse un castillo de arena ante el embate de la mar?

La fachada que he tendido a mi alrededor se resquebraja y trozos de mi ser asoman sin poder cubrir su ominosa oscuridad. Mi comportamiento se vuelve errático en la medida en que el monstruo intenta abrirse paso a la superficie y rasga trozos de mi alma para alimentarse.

Me cuesta más cada día fingir alegría, fingir emoción e interés. Por momentos aparento júbilo, y luego doy rabietas o me deprimo como no lo había hecho nunca. Intento ocultarme, alejarme de la gente que conozco y que puedo lastimar con mi actitud, pero es como intentar cubrir el cañón de una escopeta con un pañuelo.

Parecí encontrar paz y felicidad en mi vida, pero le dejé escapar entre mis dedos, como el idiota que deja correr el agua que puede saciar su sed.

Mi cobardía y pereza me han costado muy caro esta vez, y estoy pagando el precio con cada segundo de existencia.

Comienza mi andar errático por la vida, y de nuevo la incertidumbre y la soledad se tornan en únicas compañeras.

Estoy cansado, y lo que me aterra es que las cadenas que habían atado a la bestia durante este corto periodo de claridad, se rompen, eslabón a eslabón y temo que el monstruo regrese, sediento de algo que no pueda brindarle como hacía antes.

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