Sobre las Fiestas
Escribo esto a mediados del mes de diciembre, y no puedo menos que sentirme nostálgico. Navidad fue siempre una fecha que esperé ansioso cuando era niño. Como en cualquier niño, la ilusión de los juguetes, fueran o no los que esperaba, era lo que revestía estas fechas de un aura mágica y tibia. Pero había algo más, algo que tal vez tú puedas comprender al leerme.
Ahora, en el medio de esta soledad y el frío aire invernal que recorre mi cuarto al escribir esto, me doy cuenta de que era el calor humano. Mi familia solía reunirse y convivir en el medio de una fiesta que parecía llenar el ambiente de esa energía que las películas navideñas de los gringos intentan retratar de una forma burda e inconsistente.
Ahora que he madurado un poco, me doy cuenta de que muchas de las sonrisas que se proferían en estas reuniones, estaban vacías, y que muchos abrazos que se dieron, fueron pagados posteriormente con traiciones y desdén, pero durante estas fechas el ánimo se forzaba hacia una convivencia pacífica.
Ya fuera por temor divino, o por una hipocresía cínica (si no es que son la misma cosa), la gente se comportaba amablemente. Entre adultos, ahora comprendo la tenebrosidad de esta conducta, pero no puedo negar que para un niño esto es definitivamente un impacto que deja huella.
Pensemos por un momento, no en nosotros, sino en los niños que fueron como nosotros, creciendo en un hogar que no les comprendía y viviendo con padres que a diario tenían conflictos motivados por las situaciones más triviales. ¿No hubiéramos dado lo que fuera por ver a nuestras familias unidas al menos unos días?
Personalmente, yo sí. Y si bien, hoy día, considero anómalo el saludar como hermano a un enemigo, me doy cuneta de que si todos fuéramos un poco hipócritas en beneficio de los niños, que no consiguen ver a menudo a través de este velo de mentiras, y que sólo consiguen entender que la gente a su alrededor ya no se ataca y si se abraza. Si pudiéramos darle a los niños un mundo de este tipo, aunque fuera sólo una fantasía, seguramente no habría tanta gente dañada como yo.
Escribo esto a mediados del mes de diciembre, y no puedo menos que sentirme nostálgico. Navidad fue siempre una fecha que esperé ansioso cuando era niño. Como en cualquier niño, la ilusión de los juguetes, fueran o no los que esperaba, era lo que revestía estas fechas de un aura mágica y tibia. Pero había algo más, algo que tal vez tú puedas comprender al leerme.
Ahora, en el medio de esta soledad y el frío aire invernal que recorre mi cuarto al escribir esto, me doy cuenta de que era el calor humano. Mi familia solía reunirse y convivir en el medio de una fiesta que parecía llenar el ambiente de esa energía que las películas navideñas de los gringos intentan retratar de una forma burda e inconsistente.
Ahora que he madurado un poco, me doy cuenta de que muchas de las sonrisas que se proferían en estas reuniones, estaban vacías, y que muchos abrazos que se dieron, fueron pagados posteriormente con traiciones y desdén, pero durante estas fechas el ánimo se forzaba hacia una convivencia pacífica.
Ya fuera por temor divino, o por una hipocresía cínica (si no es que son la misma cosa), la gente se comportaba amablemente. Entre adultos, ahora comprendo la tenebrosidad de esta conducta, pero no puedo negar que para un niño esto es definitivamente un impacto que deja huella.
Pensemos por un momento, no en nosotros, sino en los niños que fueron como nosotros, creciendo en un hogar que no les comprendía y viviendo con padres que a diario tenían conflictos motivados por las situaciones más triviales. ¿No hubiéramos dado lo que fuera por ver a nuestras familias unidas al menos unos días?
Personalmente, yo sí. Y si bien, hoy día, considero anómalo el saludar como hermano a un enemigo, me doy cuneta de que si todos fuéramos un poco hipócritas en beneficio de los niños, que no consiguen ver a menudo a través de este velo de mentiras, y que sólo consiguen entender que la gente a su alrededor ya no se ataca y si se abraza. Si pudiéramos darle a los niños un mundo de este tipo, aunque fuera sólo una fantasía, seguramente no habría tanta gente dañada como yo.
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