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El Dilema de Existir

Alguna vez escuché de un amigo, Licenciado en Filosofía, que existimos en la medida en que somos percibidos. Que es a través de la presencia que nosotros tenemos en las mentes de otra gente, que de verdad tenemos un impacto palpable sobre el mundo de ideas que nos rodea.

En la medida que esto es verdadero o no, nuestra permanencia y remanencia en el mundo que nos rodea está dictada por aquellos con quienes tenemos contacto, aquellos a quienes influenciamos, con quienes convivimos, con quienes peleamos y a quienes amamos.

No planeo ponerme filosófico, ésa no es mi área y me desenvuelvo torpemente en ella, debido a mi ignorancia y dificultad de argumentación. Pero una pregunta surge cuando pienso en todo esto: ¿Qué pasa con quienes decidimos alejarnos de todo?

Si nosotros, los rechazados y humillados, nos auto-exiliamos del mundo que nos parió y luego nos atacó, entonces ¿decidimos dejar de existir voluntariamente?

Eso suena como a alguna clase de “suicidio existencial” por no encontrar un mejor nombre en mi corto argot filosófico.

Entiendo que es imposible, o al menos casi, aislarse por completo de una sociedad que nos rodea y está presente en cada acción y momento del día, pero es muy distinto ser el “empleado 16”, o “el usuario del transporte público 4137”, el “peatón casual”, que ser una persona de verdad, es decir, un individuo, con características definitorias que nos convierte en únicos e irrepetibles.

De acuerdo al nivel de aislamiento que nos aseguramos, no sólo dejamos al mundo lejos de nosotros, sino que alejamos nuestra “existencia” de quienes nos rodean.

No intento llegar a ningún lado, sólo dejemos esto en una reflexión de cruda emocional. Pero piénsalo ¿Vale la pena dejar de existir, sólo porque casi todos a tu alrededor son idiotas?

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