Cuando era niño, pensaba que al crecer todo sería distinto. Pensaba que la gente a mi alrededor y la sociedad, en general, dejarían de calificarme, de clasificarme y que al fin tendría algún valor por lo que era y me hacía humano, y no por cómo era y las diferencias que tenía con los otros.
Parece que vi demasiadas películas infantiles.
Al ser universitario, una persona medianamente "preparada" (sé que las faltas de ortografía aquí parecerían desmentirme), de mentalidad libre y con una cultura apenas por encima del promedio, uno pensaría que varias puertas se abrirían y que los años de esfuerzo redituarían, al menos para vivir de una manera digna con una familia pequeña, sin preocuparse por el futuro. Pero la realidad es muy distinta.
Esta sociedad está constituida por ganado de maquila, y créanme cuando digo que no pretendo hacer clasificaciones elitistas ni discriminar a quienes están en mi entorno diario, pero es sólo la realidad.
Al mirar a la sociedad, desde el pequeño pedestal en el que me levanto, pero que constituye una plataforma sobrada para poder apreciar lo que me circunda, me doy cuenta de que vivimos en un sistema esclavista moderno.
Los países ricos en siglos pasados usaron la religión para someter a los pueblos que esclavizaban, haciéndoles creer que era su misión sagrada el estar oprimidos y que así se ganarían un cielo lleno de lo que ellos nunca conseguirían en vida.
Hoy vivimos en un sistema que no sólo utiliza la religión para someter a la gente, sino los medios de comunicación masiva, las instituciones sociales e incluso a la industria, para perpetuar este sistema de opresión y segmentar nuestro potencial de crecimiento.
La gente es criada con falsos valores de vida, haciéndoles creer que el trabajo y el sacrificio son lo único que los puede dignificar, son adiestrados para rechazar todo lo que es diferente o atente contra el sistema, y al mismo tiempo son inundados en su vida diaria con falsos satisfactores que sólo los convierten en criaturas de mentes suaves y sin proyección. Los programas de televisión absurdos, las telenovelas idiotas o esos shows televisivos nuevos que dan el mensaje increíble, de que “la crisis está en la mente” y “no hay crisis que aguante turnos dobles”, todo ello con la finalidad de que ante la crisis económica, la gente no ahorre, sino que trabaje más para que siga consumiendo.
Al pensar en las personas que viven con estas cadenas, no reales ya, sino mentales, siento lástima, pero al convivir con ellas, desearía erradicarlas.
Esta gente, es el verdadero grueso de la población, desde las clases bajas, hasta las medias altas. Todos, profundamente religiosos, con una serie de “valores” familiares y sociales que ellos no razonan, sino que replican de manera autómata y que guardan con celo. Esto, aunque no cumplan seriamente estos pasos de convivencia, pero quieren que los otros sí los acaten con recelo.
Esta gente vive para satisfacer sus placeres sensuales.
Los hombres ven a la mujer como una posesión: “mi novia”, “mi esposa”, “mi hermana”, “mi hija”, etc. Y la valoran sólo bajo patrones sexuales. Para ellos no hay mayor gozo que ver a una negra bailando con poca ropa en algún video del reggaetonero del momento. Además gustan de todas las expresiones culturales donde se demuestre que los hombres poseen a las mujeres, y que son superiores; en el sentido musical, con ejemplos como el reggaeton, la música banda, norteña, ranchera, etc, e incluso pop. Miden su “hombría” por el tamaño de sus penes y por las mujeres que han “tenido”, además de las peleas que han ganado. Suelen ver el engañar a otras personas y abusar de ellas, como ser inteligente y suelen ser muy religiosos. Desprecian todo lo que sea distinto a ellos y cubren sus temores, con ira hacia lo que no entienden, reprobando cualquier clase de superioridad cultural, tildándola de “afeminada”. Valoran el trabajo sobre todas las cosas, pero sólo el trabajo manual. Consideran que si algo no produce un objeto, no es útil y no sirve, o es también afeminado. Lo mismo para el conocimiento.
Las mujeres están programadas para ser madres y concubinas. Desde niñas jugaron con muñecas y desearon ser princesas. Ellas viven la exigencia de “sensualidad” que la sociedad ejerce, como algo normal, y peor aún, degradan a las mujeres que no se apegan a la norma de mujer “deseable”, llamándola fodonga, fachosa, o simplemente excluyéndola de los círculos sociales habituales y burlándose de ella. También gustan de la música que exalte el valor sexual de la mujer, y ellas se precian de ser “objetos” del deseo. También recurren a la política de llamar “lesbianas” a las mujeres con una visión distinta de la belleza o de las relaciones humanas. Gustan de la misma música que sus hombres, y para ellas el ideal de realización, es ser concubinas de alguien con un puesto elevado, sin importar si es en la política, industria o en la sociedad en general, sólo quieren sentir que sus caprichos económicos pueden ser solventados en forma de regalos, y que “sus hombres” ejercen algún tipo de poder sobre otros. Igualmente poseen una lista de valores incumplidos, basados en el estándar del Dios judeo-cristiano, que exigen a quienes les rodean.
Esta gente es mezquina por naturaleza, y no dudarán en desahogar su frustración con quien puedan. Convertirán a sus hijos en sus propias posesiones, para sentir que tienen el control de algo en su vida, y no dudarán en ejercer el poder que tengan sobre otras personas que sean receptivas a él. Suelen ser gerentes déspotas o burócratas corruptos, así como padres opresivos y lacras en la sociedad.
En el caso de la gente que nunca aprendió a lanzar un golpe y que prefirió las palabras a la sangre, como en mi caso, seremos su burla y desahogo por siempre.
Pienso en el libro de H.G. Wells “La máquina del tiempo”, donde un científico viaja a un futuro distante, para descubrir que la humanidad se ha dividido en dos razas: los elohim, que viven en un paraíso terrenal, lleno de alegría y simpleza, donde todo les es dado y donde la paz que emana de la estupidez irradia por doquier; y los morlocks, seres monstruosos que viven bajo tierra, con conocimientos avanzados, manteniendo las máquinas y sistemas que le dan el paraíso a los elohims, sólo para subir ocasionalmente y devorar a algunos de estos últimos, como si fueran ganado.
Esta idea me lleva a concluir que existen tres razas en nuestro país: los cerdos millonarios que se adueñan de la riqueza que el país produce, explotando a las ovejas de maquila, la gente común, pero que al paso de los años se ha convertido en ganado programado para atacar lo que pudiera cambiar su plácido estado de esclavitud. Y nosotros, la gente pensante que ve todo el panorama. Siendo rechazados por ambas razas, siendo perseguidos por nuestras ideas o costumbres... quien no ha sentido el deseo de comer carne de oveja o chuletas de puerco, tomar una tajada del pastel, demostrarle a ambas facciones quién tiene verdadero poder aquí.
Con esta reflexión no culpo a los piratas informáticos que le demuestran a las grandes corporaciones de software que en realidad sólo son burócratas, y que la gente con conocimientos en las calles tiene el poder de destrozar sus candados y dar gratis lo que ellos desean acaparar. Ni a los ingenieros que replican un aparato electrónico con la misma o más funcionalidad que uno de marca, para sobrevivir y dar a la gente algo con la misma calidad, o al menos parecida, que esos aparatos de las grandes industrias que desean sangrar a los consumidores para elevar la plusvalía. O a quienes clonan las tarjetas de crédito de los consumidores compulsivos que de cualquier forma gastarían el dinero en absurdos productos o terminarían endeudándose para darse una vida de lujo que no pueden costear.
Si yo pudiera aprovecharme de ovejas o de cerdos... ¿Lo haría?... eso es algo que debo razonar.
Parece que vi demasiadas películas infantiles.
Al ser universitario, una persona medianamente "preparada" (sé que las faltas de ortografía aquí parecerían desmentirme), de mentalidad libre y con una cultura apenas por encima del promedio, uno pensaría que varias puertas se abrirían y que los años de esfuerzo redituarían, al menos para vivir de una manera digna con una familia pequeña, sin preocuparse por el futuro. Pero la realidad es muy distinta.
Esta sociedad está constituida por ganado de maquila, y créanme cuando digo que no pretendo hacer clasificaciones elitistas ni discriminar a quienes están en mi entorno diario, pero es sólo la realidad.
Al mirar a la sociedad, desde el pequeño pedestal en el que me levanto, pero que constituye una plataforma sobrada para poder apreciar lo que me circunda, me doy cuenta de que vivimos en un sistema esclavista moderno.
Los países ricos en siglos pasados usaron la religión para someter a los pueblos que esclavizaban, haciéndoles creer que era su misión sagrada el estar oprimidos y que así se ganarían un cielo lleno de lo que ellos nunca conseguirían en vida.
Hoy vivimos en un sistema que no sólo utiliza la religión para someter a la gente, sino los medios de comunicación masiva, las instituciones sociales e incluso a la industria, para perpetuar este sistema de opresión y segmentar nuestro potencial de crecimiento.
La gente es criada con falsos valores de vida, haciéndoles creer que el trabajo y el sacrificio son lo único que los puede dignificar, son adiestrados para rechazar todo lo que es diferente o atente contra el sistema, y al mismo tiempo son inundados en su vida diaria con falsos satisfactores que sólo los convierten en criaturas de mentes suaves y sin proyección. Los programas de televisión absurdos, las telenovelas idiotas o esos shows televisivos nuevos que dan el mensaje increíble, de que “la crisis está en la mente” y “no hay crisis que aguante turnos dobles”, todo ello con la finalidad de que ante la crisis económica, la gente no ahorre, sino que trabaje más para que siga consumiendo.
Al pensar en las personas que viven con estas cadenas, no reales ya, sino mentales, siento lástima, pero al convivir con ellas, desearía erradicarlas.
Esta gente, es el verdadero grueso de la población, desde las clases bajas, hasta las medias altas. Todos, profundamente religiosos, con una serie de “valores” familiares y sociales que ellos no razonan, sino que replican de manera autómata y que guardan con celo. Esto, aunque no cumplan seriamente estos pasos de convivencia, pero quieren que los otros sí los acaten con recelo.
Esta gente vive para satisfacer sus placeres sensuales.
Los hombres ven a la mujer como una posesión: “mi novia”, “mi esposa”, “mi hermana”, “mi hija”, etc. Y la valoran sólo bajo patrones sexuales. Para ellos no hay mayor gozo que ver a una negra bailando con poca ropa en algún video del reggaetonero del momento. Además gustan de todas las expresiones culturales donde se demuestre que los hombres poseen a las mujeres, y que son superiores; en el sentido musical, con ejemplos como el reggaeton, la música banda, norteña, ranchera, etc, e incluso pop. Miden su “hombría” por el tamaño de sus penes y por las mujeres que han “tenido”, además de las peleas que han ganado. Suelen ver el engañar a otras personas y abusar de ellas, como ser inteligente y suelen ser muy religiosos. Desprecian todo lo que sea distinto a ellos y cubren sus temores, con ira hacia lo que no entienden, reprobando cualquier clase de superioridad cultural, tildándola de “afeminada”. Valoran el trabajo sobre todas las cosas, pero sólo el trabajo manual. Consideran que si algo no produce un objeto, no es útil y no sirve, o es también afeminado. Lo mismo para el conocimiento.
Las mujeres están programadas para ser madres y concubinas. Desde niñas jugaron con muñecas y desearon ser princesas. Ellas viven la exigencia de “sensualidad” que la sociedad ejerce, como algo normal, y peor aún, degradan a las mujeres que no se apegan a la norma de mujer “deseable”, llamándola fodonga, fachosa, o simplemente excluyéndola de los círculos sociales habituales y burlándose de ella. También gustan de la música que exalte el valor sexual de la mujer, y ellas se precian de ser “objetos” del deseo. También recurren a la política de llamar “lesbianas” a las mujeres con una visión distinta de la belleza o de las relaciones humanas. Gustan de la misma música que sus hombres, y para ellas el ideal de realización, es ser concubinas de alguien con un puesto elevado, sin importar si es en la política, industria o en la sociedad en general, sólo quieren sentir que sus caprichos económicos pueden ser solventados en forma de regalos, y que “sus hombres” ejercen algún tipo de poder sobre otros. Igualmente poseen una lista de valores incumplidos, basados en el estándar del Dios judeo-cristiano, que exigen a quienes les rodean.
Esta gente es mezquina por naturaleza, y no dudarán en desahogar su frustración con quien puedan. Convertirán a sus hijos en sus propias posesiones, para sentir que tienen el control de algo en su vida, y no dudarán en ejercer el poder que tengan sobre otras personas que sean receptivas a él. Suelen ser gerentes déspotas o burócratas corruptos, así como padres opresivos y lacras en la sociedad.
En el caso de la gente que nunca aprendió a lanzar un golpe y que prefirió las palabras a la sangre, como en mi caso, seremos su burla y desahogo por siempre.
Pienso en el libro de H.G. Wells “La máquina del tiempo”, donde un científico viaja a un futuro distante, para descubrir que la humanidad se ha dividido en dos razas: los elohim, que viven en un paraíso terrenal, lleno de alegría y simpleza, donde todo les es dado y donde la paz que emana de la estupidez irradia por doquier; y los morlocks, seres monstruosos que viven bajo tierra, con conocimientos avanzados, manteniendo las máquinas y sistemas que le dan el paraíso a los elohims, sólo para subir ocasionalmente y devorar a algunos de estos últimos, como si fueran ganado.
Esta idea me lleva a concluir que existen tres razas en nuestro país: los cerdos millonarios que se adueñan de la riqueza que el país produce, explotando a las ovejas de maquila, la gente común, pero que al paso de los años se ha convertido en ganado programado para atacar lo que pudiera cambiar su plácido estado de esclavitud. Y nosotros, la gente pensante que ve todo el panorama. Siendo rechazados por ambas razas, siendo perseguidos por nuestras ideas o costumbres... quien no ha sentido el deseo de comer carne de oveja o chuletas de puerco, tomar una tajada del pastel, demostrarle a ambas facciones quién tiene verdadero poder aquí.
Con esta reflexión no culpo a los piratas informáticos que le demuestran a las grandes corporaciones de software que en realidad sólo son burócratas, y que la gente con conocimientos en las calles tiene el poder de destrozar sus candados y dar gratis lo que ellos desean acaparar. Ni a los ingenieros que replican un aparato electrónico con la misma o más funcionalidad que uno de marca, para sobrevivir y dar a la gente algo con la misma calidad, o al menos parecida, que esos aparatos de las grandes industrias que desean sangrar a los consumidores para elevar la plusvalía. O a quienes clonan las tarjetas de crédito de los consumidores compulsivos que de cualquier forma gastarían el dinero en absurdos productos o terminarían endeudándose para darse una vida de lujo que no pueden costear.
Si yo pudiera aprovecharme de ovejas o de cerdos... ¿Lo haría?... eso es algo que debo razonar.
Comentarios
Hay quienes creen que tienen el poder y derecho de decirnos lo que tenemos que hacer o pensar, y esto inplica que tenemos que aceptarlo sin cuestionarlo, la verdad eso es pura basura.