La fealdad es buena, porque siempre le permitirá a la gente vivir asustada de sus congéneres y les dará un blanco al cual atacar en esos aburridos días cuando la razón parece irse de vacaciones a la luna.
Toda cultura admira la belleza, aún cuando las culturas difieran en la definición misma de la palabra. Esto se debe a una razón muy simple: todos somos seres sexuados.
La gente siempre preferirá aquello que le cause un placer sexual, aunque sea en el mero ámbito especulativo, derivado de la cuidadosa observación de los atributos de otros seres humanos.
El problema reside en el hecho de que, debido a nuestra absurda negación de lo que nos vuelve seres sexuales (acá en occidente), no queremos siquiera imaginar que alguien puede atraernos SÓLAMENTE de una manera sexual. Así que cuando vemos a alguien que es físicamente atractivo, inconscientemente comenzamos a darle atributos que no hemos corroborado. Suponemos que se trata de personas honestas, sinceras, amables, tiernas, en pocas palabras, nuestra imagen ideal de una persona.
Si corremos através de un pasillo, siendo perseguidos por una jauría de calabazas mutantes, y en un punto, existe una bifurcación, donde hay dos personas, ambas diciéndonos “por aquí”, una hermosa y otra fea, atenderemos a la indicación de la persona hermosa, sin importar cuál sea su sexo y sin importar cuáles sean nuestras preferencias sexuales.
Esto es perfectamente normal, y es un aspecto relacionado a nuestra identidad animal. Negarlo sería tanto como negar nuestra naturaleza. E históricamente los líderes del mundo se han valido de poseer visibles atributos físicos para conseguir más apoyo o simplemente para inclinar la balanza a su favor en alguna decisión.
El problema aparece cuando la gente no puede darse cuenta de este aspecto y no logra hacer juicios razonados. Si dos personas me ofrecen algún producto que necesito comprar, cada una ofertando un artículo con semejanzas al del otro, pero con diferencias intrínsecas, obviamente habrá una reacción apriori hacia el vendedor con el mayor carisma, pero no me dejaré llevar por esa idea y evaluaré las posibilidades que se me presentan de acuerdo con mis necesidades y los beneficios que obtendré de cada producto.
Sin embargo, la mayor parte de las personas en nuestra sociedad no logran llevar a cabo este ejercicio mental. Sólo necesita aparecer alguien suficientemente hermoso/hermosa en una pantalla de cine o de televisión diciendo cualquier estupidez, para que las hordas de simios que conforman nuestra realidad le imiten sin saber de qué demonios hablan o sin entender cuál es la postura que están adoptando.
Y aún esto sería aceptable, podríamos hacernos a un lado y dejar que la gente a nuestro alrededor salte agitando un plátano en sus manos sin que esto tuviera un efecto en nuestras vidas, las de la gente fea, salvo la incomodidad de presenciar tan denigrante espectáculo, mas esto no es así.
La gente ordinaria no sólo está más que dispuesta a aceptar lo que sus bellos “líderes” les indiquen, sino que se predisponen para asociar la fealdad con la maldad.
Macho Dominante.
Cuando alguien feo como yo camina por la calle, sin importar si es hombre o mujer, habrá notado que en muchos casos cuando alguien bonito nos mira, acelera el paso o simplemente nos observa con desconfianza. Sé que esto no ocurre siempre, pero también sé que ocurre más con el caso de hombres feos y mujeres bonitas (no soy machista, sólo realista). No todas las mujeres reaccionan así, pero las que lo hacen, no tienen o no quieren tener la sutileza para disimularlo. Y esto se debe aun simple detalle: No somos machos que les ofrezcan nada.
Este tipo de mujeres están acostumbradas a convivir con machos que las insulten, ignore, incluso las agredan físicamente y básicamente, las conviertan en sus “hembras”, claro, esto de la mano del ofrecimiento de algún beneficio. Ya sea que les ofrezcan estabilidad económica, realce social, una exacerbada masculinidad o sexo salvaje, estos machos validan sus acciones contrarias al sopesarlas contra todos estos beneficios. Así que cuando una mujer nos ve a nosotros, feos y sin nada qué ofrecerles, mentalmente se hacen a la idea de que poseemos los mismo defectos que sus machos dominantes, sólo que sin las ventajas, así que nos consideran “monstruos” sin en realidad conocernos. en el caso contrario es básicamente lo mismo, sólo que se suele hablar menos de los problemas que las mujeres padecen en este ámbito.
Monstruo
En las religiones judeo-cristianas (Cristianismo, Catolicismo, y todos sus derivados modernos y los no tanto) siempre se ha exaltado la belleza como un don divino. Dios se representa como un anciano musculoso con un rostro señorial y una mirada acerada penetrante. Jesús es un hombre que más que nacido en regiones árabes o africanas, nos remite a un nórdico perdido en el medio del desierto, con un porte atlético, y un rostro amoroso, casi femenino, barbado y con una mirada llena de amor. A su vez, los santos son todos derivaciones del estereotipo europeo de Jesús, y las santas o vírgenes, son también todas doncellas europeas de prominentes pechos y rostros hermosos, casi infantiles con miradas tiernas y expresiones bobas de alguna clase de orgasmo sideral.
Todas las religiones y culturas gustan de una iconografía hermosa. Como ejemplo tenemos al hinduismo, a la mitología griega o a la persa, cuyos panteones contienen dioses-hombres que poseen una belleza claramente afeminada, y ellos no lo niegan (en el caso del hinduismo, ya que las otras culturas de mi ejemplo están extintas), porque entienden que algo como un dios debe poseer una belleza extraordinaria si va a representar los mejores atributos de nosotros los seres humanos, y ya que universalmente se acepta que la mujer es bella, sus dioses son afeminados (nótese que no uso el término de una manera despectiva) y a ellos eso no les causa ningún conflicto.
El dilema para nosotros, la gente que no ha nacido con el don divino de la belleza surge en occidente, pues volviendo a los ideales judeo-cristianos, la belleza no sólo es signo de virtud, sino un síntoma de la misma. Se nos entrena para entender que el Diablo es un ser horrendo, con piel escamosa roja, cuernos, patas de animales y deforme en general. También, dentro de los mitos de la biblia encontramos constantes alusiones a “Castigos Divinos” que conllevan alguna clase de deformidad, como la lepra.
También se explotan los miedos de las personas, aludiendo a que todos los animales que no tengan un porte señorial son malignos, como es el caso de las serpientes, lobos, y básicamente todos los reptiles e insectos que conformaron las plagas bíblicas y que eran las plagas que tuvieron que soportar los arameos cuando escribieron su mitología y con ella, lo que hoy conocemos como “Sagrada Biblia” y también los animales que solían devorarse a los misioneros europeos.
Así que cuando se ve a una persona fea en occidente, no sólo se ve alguien poco agraciado, sino a una persona que no tiene “virtud”. Y esto lo podemos ver claramente en nuestras representaciones culturales actuales.
Cuando aparece un criminal en la televisión, siempre tratan de explotar sus deficiencias físicas, ya sea que es “chaparro”, “panzón”, “chimuelo”, “prieto”, “flaco”, “viejo” y una larga lista de etcéteras. Todo esto, reuniéndolo junto al perfil del criminal, como si fuera parte de un diagnóstico. Si eres “chaparro”, “panzón” y “prieto”, seguro eres un criminal.
También, cuando somos pequeños, se nos enseña a desconfiar de la gente fea. Los padres, en su infinita estupidez nos muestran a alguien feo o intimidante, y cuando nos portamos mal nos amenazan con que esa persona vendrá a llevarnos o nos meterá a la cárcel, así que crecemos con un temor y resentimiento patológico hacia personas feas.
Pero mi favorito es el caso de los abusadores de menores. Siempre que se habla de abusadores de menores, se crea la imagen mental de alguien gordo o feo, un hombre que seguramente no “puede” tener una vida social “normal” y busca desquitar sus “ansias” sexuales con seres indefensos como son los niños. Pero la gente ignora que la mayor parte de los abusadores de menores, además de serlo ocasionalmente, en su mayoría (porque si hay tipos que se ve a kilómetros que te van a violar) son personas normales que deben su éxito criminal a eso, su apariencia inofensiva y hasta confiable. Además tenemos los casos de los reyes de la protitución infantil y el tráfico de menores, como el famoso Kammel Naciff en México, mi tierra natal. Esta gente son todos multimillonarios con dinero que les sale hasta del trasero, y que pueden tener a cualquier mujer que les apetezca sólo pagando lo requerido, pero tienen sus compulsiones bien definidas, no porque sean rechazado sociales, sino porque desean tener relaciones sexuales con menores. Pero esto se ignora, pues el argumento de la sociedad parece ser: “Si no podemos confiar en a gente bonita, rica y exitosa, entonces ¿en quién?.
Conclusión
Si eres feo, gordo, pobre o alguna combinación de las anteriores, la sociedad siempre sospechará que quieres violar niños. Resuelve al menos alguno de los defectos anteriores y podrás violar niños sin que nadie sospeche de tí.
Toda cultura admira la belleza, aún cuando las culturas difieran en la definición misma de la palabra. Esto se debe a una razón muy simple: todos somos seres sexuados.
La gente siempre preferirá aquello que le cause un placer sexual, aunque sea en el mero ámbito especulativo, derivado de la cuidadosa observación de los atributos de otros seres humanos.
El problema reside en el hecho de que, debido a nuestra absurda negación de lo que nos vuelve seres sexuales (acá en occidente), no queremos siquiera imaginar que alguien puede atraernos SÓLAMENTE de una manera sexual. Así que cuando vemos a alguien que es físicamente atractivo, inconscientemente comenzamos a darle atributos que no hemos corroborado. Suponemos que se trata de personas honestas, sinceras, amables, tiernas, en pocas palabras, nuestra imagen ideal de una persona.
Si corremos através de un pasillo, siendo perseguidos por una jauría de calabazas mutantes, y en un punto, existe una bifurcación, donde hay dos personas, ambas diciéndonos “por aquí”, una hermosa y otra fea, atenderemos a la indicación de la persona hermosa, sin importar cuál sea su sexo y sin importar cuáles sean nuestras preferencias sexuales.
Esto es perfectamente normal, y es un aspecto relacionado a nuestra identidad animal. Negarlo sería tanto como negar nuestra naturaleza. E históricamente los líderes del mundo se han valido de poseer visibles atributos físicos para conseguir más apoyo o simplemente para inclinar la balanza a su favor en alguna decisión.
El problema aparece cuando la gente no puede darse cuenta de este aspecto y no logra hacer juicios razonados. Si dos personas me ofrecen algún producto que necesito comprar, cada una ofertando un artículo con semejanzas al del otro, pero con diferencias intrínsecas, obviamente habrá una reacción apriori hacia el vendedor con el mayor carisma, pero no me dejaré llevar por esa idea y evaluaré las posibilidades que se me presentan de acuerdo con mis necesidades y los beneficios que obtendré de cada producto.
Sin embargo, la mayor parte de las personas en nuestra sociedad no logran llevar a cabo este ejercicio mental. Sólo necesita aparecer alguien suficientemente hermoso/hermosa en una pantalla de cine o de televisión diciendo cualquier estupidez, para que las hordas de simios que conforman nuestra realidad le imiten sin saber de qué demonios hablan o sin entender cuál es la postura que están adoptando.
Y aún esto sería aceptable, podríamos hacernos a un lado y dejar que la gente a nuestro alrededor salte agitando un plátano en sus manos sin que esto tuviera un efecto en nuestras vidas, las de la gente fea, salvo la incomodidad de presenciar tan denigrante espectáculo, mas esto no es así.
La gente ordinaria no sólo está más que dispuesta a aceptar lo que sus bellos “líderes” les indiquen, sino que se predisponen para asociar la fealdad con la maldad.
Macho Dominante.
Cuando alguien feo como yo camina por la calle, sin importar si es hombre o mujer, habrá notado que en muchos casos cuando alguien bonito nos mira, acelera el paso o simplemente nos observa con desconfianza. Sé que esto no ocurre siempre, pero también sé que ocurre más con el caso de hombres feos y mujeres bonitas (no soy machista, sólo realista). No todas las mujeres reaccionan así, pero las que lo hacen, no tienen o no quieren tener la sutileza para disimularlo. Y esto se debe aun simple detalle: No somos machos que les ofrezcan nada.
Este tipo de mujeres están acostumbradas a convivir con machos que las insulten, ignore, incluso las agredan físicamente y básicamente, las conviertan en sus “hembras”, claro, esto de la mano del ofrecimiento de algún beneficio. Ya sea que les ofrezcan estabilidad económica, realce social, una exacerbada masculinidad o sexo salvaje, estos machos validan sus acciones contrarias al sopesarlas contra todos estos beneficios. Así que cuando una mujer nos ve a nosotros, feos y sin nada qué ofrecerles, mentalmente se hacen a la idea de que poseemos los mismo defectos que sus machos dominantes, sólo que sin las ventajas, así que nos consideran “monstruos” sin en realidad conocernos. en el caso contrario es básicamente lo mismo, sólo que se suele hablar menos de los problemas que las mujeres padecen en este ámbito.
Monstruo
En las religiones judeo-cristianas (Cristianismo, Catolicismo, y todos sus derivados modernos y los no tanto) siempre se ha exaltado la belleza como un don divino. Dios se representa como un anciano musculoso con un rostro señorial y una mirada acerada penetrante. Jesús es un hombre que más que nacido en regiones árabes o africanas, nos remite a un nórdico perdido en el medio del desierto, con un porte atlético, y un rostro amoroso, casi femenino, barbado y con una mirada llena de amor. A su vez, los santos son todos derivaciones del estereotipo europeo de Jesús, y las santas o vírgenes, son también todas doncellas europeas de prominentes pechos y rostros hermosos, casi infantiles con miradas tiernas y expresiones bobas de alguna clase de orgasmo sideral.
Todas las religiones y culturas gustan de una iconografía hermosa. Como ejemplo tenemos al hinduismo, a la mitología griega o a la persa, cuyos panteones contienen dioses-hombres que poseen una belleza claramente afeminada, y ellos no lo niegan (en el caso del hinduismo, ya que las otras culturas de mi ejemplo están extintas), porque entienden que algo como un dios debe poseer una belleza extraordinaria si va a representar los mejores atributos de nosotros los seres humanos, y ya que universalmente se acepta que la mujer es bella, sus dioses son afeminados (nótese que no uso el término de una manera despectiva) y a ellos eso no les causa ningún conflicto.
El dilema para nosotros, la gente que no ha nacido con el don divino de la belleza surge en occidente, pues volviendo a los ideales judeo-cristianos, la belleza no sólo es signo de virtud, sino un síntoma de la misma. Se nos entrena para entender que el Diablo es un ser horrendo, con piel escamosa roja, cuernos, patas de animales y deforme en general. También, dentro de los mitos de la biblia encontramos constantes alusiones a “Castigos Divinos” que conllevan alguna clase de deformidad, como la lepra.
También se explotan los miedos de las personas, aludiendo a que todos los animales que no tengan un porte señorial son malignos, como es el caso de las serpientes, lobos, y básicamente todos los reptiles e insectos que conformaron las plagas bíblicas y que eran las plagas que tuvieron que soportar los arameos cuando escribieron su mitología y con ella, lo que hoy conocemos como “Sagrada Biblia” y también los animales que solían devorarse a los misioneros europeos.
Así que cuando se ve a una persona fea en occidente, no sólo se ve alguien poco agraciado, sino a una persona que no tiene “virtud”. Y esto lo podemos ver claramente en nuestras representaciones culturales actuales.
Cuando aparece un criminal en la televisión, siempre tratan de explotar sus deficiencias físicas, ya sea que es “chaparro”, “panzón”, “chimuelo”, “prieto”, “flaco”, “viejo” y una larga lista de etcéteras. Todo esto, reuniéndolo junto al perfil del criminal, como si fuera parte de un diagnóstico. Si eres “chaparro”, “panzón” y “prieto”, seguro eres un criminal.
También, cuando somos pequeños, se nos enseña a desconfiar de la gente fea. Los padres, en su infinita estupidez nos muestran a alguien feo o intimidante, y cuando nos portamos mal nos amenazan con que esa persona vendrá a llevarnos o nos meterá a la cárcel, así que crecemos con un temor y resentimiento patológico hacia personas feas.
Pero mi favorito es el caso de los abusadores de menores. Siempre que se habla de abusadores de menores, se crea la imagen mental de alguien gordo o feo, un hombre que seguramente no “puede” tener una vida social “normal” y busca desquitar sus “ansias” sexuales con seres indefensos como son los niños. Pero la gente ignora que la mayor parte de los abusadores de menores, además de serlo ocasionalmente, en su mayoría (porque si hay tipos que se ve a kilómetros que te van a violar) son personas normales que deben su éxito criminal a eso, su apariencia inofensiva y hasta confiable. Además tenemos los casos de los reyes de la protitución infantil y el tráfico de menores, como el famoso Kammel Naciff en México, mi tierra natal. Esta gente son todos multimillonarios con dinero que les sale hasta del trasero, y que pueden tener a cualquier mujer que les apetezca sólo pagando lo requerido, pero tienen sus compulsiones bien definidas, no porque sean rechazado sociales, sino porque desean tener relaciones sexuales con menores. Pero esto se ignora, pues el argumento de la sociedad parece ser: “Si no podemos confiar en a gente bonita, rica y exitosa, entonces ¿en quién?.
Conclusión
Si eres feo, gordo, pobre o alguna combinación de las anteriores, la sociedad siempre sospechará que quieres violar niños. Resuelve al menos alguno de los defectos anteriores y podrás violar niños sin que nadie sospeche de tí.
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Ariel Argentina