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El Dilema de ser Gordo

No pretendo engañarme. Tener sobre-peso es un grave problema de salud y se convierte con el tiempo en una sentencia que acarrea la muerte e incluso algunas cuestiones peores. Lo sé.

Tampoco pretendo que las personas a mi alrededor me acepten “como soy”, pues ese concepto es una burda fantasía inventada seguramente por los mismos anegados mentales que forjaron el concepto del “amor verdadero”.

Entiendo perfectamente que una persona con una apariencia descuidada no atrae muchos adeptos que le circunscriban. Sin embargo, creo firmemente que existe una clara diferenciación entre la NO-empatía que la gente puede sentir contra uno por tener una aspecto obeso, y lo que la sociedad claramente termina cometiendo contra todos aquellos que vivimos con la carga no sólo de nuestros kilogramos extras, sino también de lo mal que ven eso quienes nos topan en el ambiente urbano diario.


Estoy enfermo

Uno de los aspectos que me sacan de mis casillas es la hipocresía con la que la sociedad juzga otros padecimientos y la severidad con la que nos acusa a nosotros, a la gente gorda, de una clase de morbosidad siniestra.

Si se es alcohólico o drogadicto, en este mundo donde todo ello resulta, en mayor medida de efectos ambientales y psico-sociales, además de comerciales, se tiene la venia de quienes nos rodean, pues a algún pobre idiota se le ocurrió que ser adicto a tener más alcohol que sangre corriendo por las venas, era “una enfermedad”. ¡Hagan el C/-/1N64D0 favor!. Me dan ataques de risa loca cada vez que escucho a la gente decir “Fulanito está enfermo. Es Alcohólico”. Y sufro el mismo efecto cuando escucho de alguien que intenta “curarse” de su adicción a las drogas.

Es muy fácil decir “estoy enfermo” y así justificar cualquier adicción que se posea. Después de todo, si nuestro comportamiento se debe a “una enfermedad” no somos ni remotamente responsables de lo que hagamos a la sombra de este horrible “padecimiento”. Al determinar estas adicciones como enfermedades, la gente se libra de la responsabilidad asociada a ellas, incluso del hecho de habérselas causado en propia manera.

Así, la gente se libra de cualquier efecto resultante de sus adicciones, pues en realidad es el cruel destino quien ha conspirado contra ellos para hacerles pasar por ese horrible calvario que es una adicción. O, en el peor de los casos, es ese ser indeterminado llamado Dios quien les hace pasar por tan horrible “prueba” para divertirse un rato.

En cambio, cuando la gente ve a alguien gordo, no duda en catalogarnos como “personas que no controlan sus impulsos por comer”, y en la mayoría de los casos así es, pues este comportamiento ya se ha arraigado en nuestras mentes, convirtiéndose en una compulsión. Pero esto no lo razonan quienes nos juzgan, y piensan que somos gordos porque nos gusta serlo o simplemente porque no tenemos la voluntad de cambiar.

Y esto me lleva a otro punto interesante. Pues las personas suponen que nosotros podríamos dejar de ser gordos en el momento que lo deseáramos. Pero la verdad es que para llevar este deseo a un buen término, se necesita una voluntad y disciplina que muchos no poseemos. Y muchos de nosotros nos ahogamos en comida chatarra o en una cantidad desproporcionada de comida por muchos otros motivos que la simple gula.

Se nos acusa de simple falta de voluntad, pero esa gente debería analizar todos los factores ambientales que conspiran para evitar que llevemos una vida sana. Me parecería muy interesante ver si los alcohólicos podrían salir de su adicción con tanta facilidad si en las tiendas, sólo pudiera comprarse para beber, agua (a precios ridículos) y vodka, o si en caso de necesitar comer algo rápido sólo pudieran encontrar pan envinado para degustar.

La comercialización de la sociedad nos dice: “Come esto, bebe aquello” y aunque nosotros no creamos esta burda propaganda, cuando salimos a conseguir algo rápido para probar en el trabajo, sólo hay porquerías empaquetadas para comer y azúcar con agua para beber.

Muchos alegarán que uno debería hacerse un tiempo para prepararse algo sano y nutritivo para comer en casa y el trabajo y a la vez dejar un poco de tiempo para hacer ejercicio. Pero lo que no parece comprenderse, es que hoy en día no disponemos del tiempo necesario para llevar a cabo estas actividades. Muéstrenme alguien que tenga tiempo de preparar comida sana y hacer ejercicio y les mostraré alguien que no trabaja para vivir.


Conclusión

La gente podrá siempre perdonar a una persona que viva ahogada en alcohol, pero jamás te perdonará a ti por ser gordo, ya que eres alguien sin voluntad que no está dispuesto a sacrificar un salario mínimo para asegurarse de que la gente no sienta asco al verte.

Debemos, todos los que padecemos sobre-peso, procurar llevar una vida más sana. No para calmar la angustia de los idiotas que nos rodean, sino para intentar no morir o quedar ciegos antes de los 35.

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