Me levanto por la mañana, aún tambaleante, poseído por el vaivén pendular, entre el dulce abrazo de morfeo y los estridentes gritos del reportero en el radio que anuncia el recuento de muertes de la noche anterior. Así comienzo el ritual de cada jornada, sé que estará ahí. Sé que será otro de esos extraños días que no puedo ni deseo explicar, cuyo impacto desconcertante impide la conciliación de mi razón y mis emociones. Acudo a la escuela para reanudar mecánicamente la conocida rutina que tan bien he construido. Me muevo silente y desgarbado entre saludos hipócritas, deberes insulso y falsas sonrisas, aguardando, con un ansia muda que grita, su arribo. El sordo dolor cesa, pues aquí llega, al fin. Su presencia me cambia, transforma mi ánimo y me llena de algarabía. Ante su mirada, a su lado, me siento diferente, soy diferente. Mas no es debida mi transformación a burdas zalamerías ni vanas lisonjas. En verdad me siento más vivo, más tranquilo, más humano cuando estoy en su co...
Si me encuentras interesante...es que estás perdido